sábado, 31 de diciembre de 2011

2011 hasta pronto


Enero: Comencé el año en Santiago de Chile. Había ido a pasar fiestas con mi mamá quevive allá desde hace algunos años. Elprimero de enero estaba resaqueadazo porque el 31 me fui con mi mamá, su novioy mis primos a un pub. No recuerdo exactamente cuánto tomamos, pero fuesuficiente para amanecer con un dolor de cabeza terrible al día siguiente, conun tufo que apestaba a basura y la cara demacrada por el desbando de la nocheanterior.

Febrero: Volvía Lima después de 2 meses largos de ausencia. Cuando llegué conocí a la primade mi amiga Anthonet que vivía en Argentina. Se llamaba Evy. Ese mismo mes tuvemi 2da cita con Alejandra. Durante mi viaje nos enviábamos mensajes al Facebookcontándonos cómo nos iba y planeando salir a pasear a cualquier sitio en cuantoyo llegase a Lima. No pasó mucho tiempo y nos volvimos novios. Cada día iba sucasa para estar juntos y para darle besito mientras la tarde se nos iba lentamente.

Marzo:Comenzó las clases. De vuelta a ISIL. Ese mes fue cumple de Ale y le preparéuna sorpresa. Me aparecí en su casa pocoantes que anocheciera y le llevé un ramo de flores con un peluche gradote, tangrande que me tapaba el cara. Ese día conocí a parte de su familia, entre ellossus primos y su hermana, una tal “Alli Verdura Salazar”. Creo que tiene complejode verdura porque su apellido paterno es Pinto.

Abril. Fue micumple. Siempre he tenido cumpleaños horribles. Ninguno digno de recordar, peroeste último fue especial. Era la primera vez que iba a pasarla en compañía de minovia. Ese día Ale fue a mi casa de sorpresa acompañada de su amiga Herly,quizá devolviéndome el detalle que yo le hice por su cumple. Me llevó una tortay me regaló una billetera Billabong. Después llegaron mis amigos y nos fuimos aun karaoke. La pasé increíble, considerando que años anteriores la pasaba solo enmi casa o tomando con mis amigos.

jueves, 22 de diciembre de 2011

COMPLEJO FACEBOOK: cómo saber si soy adicto.

A veces me siento viejo aún sin estarlo, y es que elFacebook ha cambiado tanto a las personas que ahora me cuesta adaptarme. Aveces parece como si yo fuese de una generación distinta, de una antigüita y ya pasada de moda. Me sientoperdido y fuera de ritmo; frustrado comoun anciano impotente.

No entiendo cómo esque las personas ponen en sus estados cosas como: “almorzando con Dorita,Mechita y Juanita en MC Donals”, “de compras en Saga Falabella con Pepito”.Otros más sinvergüenzas ponen: “haciendo hora con Margarita en el Jockey”,tremendos vagazos ¡Vayan a estudiar, caracho! En mis tiempos no era así.

martes, 25 de octubre de 2011

Facebook: El papá de mi novia me envió una solicitud de amistad

El papá de mi novia me ha enviado una solicitud de amistad al Facebook, no entiendo exactamente con qué finalidad lo ha hecho pero me ha puesto de buen humor tener una notificación con su nombre. Es un buen gesto de su parte.

En retribución a su buen acto, quise devolverle el favor. De manera que no se me ocurrió mejor forma de agradecimiento que enviarle una solicitud de ‘suegro’. Quizá parezca un poquito faltoso y burlón, pero no es así, es de buena fe, con mucho respeto a pesar de todo.

Ya llevo algunos días esperando una respuesta suya pero aún no tengo éxito. Ni su hija me hizo esperar tanto. Seguiré paciente.

sábado, 8 de octubre de 2011

Si ella ha de saber algo

Estos días he estado comunicándome con Ale por Skype. Nos conectamos a altas horas de la noche. Hablamos y nos vemos mediante videollamadas. A mí me fastidia mucho la luz de mi cámara web porque me da de lleno en la cara, pero no se lo digo, pues vale la pena soportar ese fastidio.

Verla feliz mientras hablamos me hace feliz también, por eso siempre busco la manera de hacerla reír. Nada me gusta más que verla sonreír, y si es a mi lado mucho mejor.

Cuando nuestras conversaciones se hacen fluidas y nuestro único tema de interés es el amor, suelo llenarme de ternura y cedo indefenso a su presencia y acerco mi mano al monitor y creo tocar su rostro. Acaricio su imagen suavemente creyendo que ella está a allí, a mi lado.

Para que ella me regale una sonrisa, yo suelo hacerle gestos con mi rostro y ella sonríe y se divierte; por ratos se molesta porque no le gusta que la fastidie con fantasmas o con alucinaciones mías, en otros momentos me riñe como si fuese mi mamá y me sugiere que tome agua tibia para calmar la tos que tengo desde hace algunos días. Se preocupa mucho por mí y eso me encanta.

martes, 13 de septiembre de 2011

Un poco de mí: No soy lo que parezco, soy peor...

Este es el vídeo de un álbum de fotos que he hecho a través de Flickr. Muchas de las fotos de aquí son las que están en mi Facebook. En algunas salgo con Ale, mi chica, y en otras demuestro en imágenes lo infantil que puedo ser a veces.


lunes, 12 de septiembre de 2011

Tápale la boca a tu amiguita

Mi amigo Guillermo me pide que le acompañe a la casa de su amiga. Yo me rehúso pero al final acepto. Soy un cojudo por acompañar a las personas a lugares donde sé que me aburriré. Será un lugar incómodo, presiento. No sé qué haré allí.

Su amiga es extraña, un poco fría e indiferente. Nos recibe con fastidio, creo que le incomoda mi presencia. Vive sola y tiene un departamento grande, amplio, muy amplio. Coquetea con Guillermo y le habla entre risitas cómplices. A simple vista uno puede sospechar que hay algo entre ellos.

Al rato, ambos me dejan solo y se van a conversar al patio. La chica me trae su lap top para escribir (no sabe que escribiré sobre ella).

Mientras conversa con mi amigo y escucho a lo lejos risitas y cuchicheos entre los dos, yo escribo sofocado por el ardor de la incomodidad. Escribo sin control intentando descargar mi rabia por ser tan idiota - debería estar en mi casa echado en mi cama leyendo o durmiendo, no en una casa ajena escribiendo sentado al lado de un cigarrillo que me hace miraditas porque sabe que no lo puedo fumar -.

lunes, 5 de septiembre de 2011

El fracasado que vive en mí

Es jodido llegar a esta edad. Es jodido porque a veces la vida parece difícil. En realidad es muy difícil. Uno se mata la cabeza pensando qué estudiar, qué carrera elegir o qué hacer una vez acabado el colegio.

Uno tiene que lidiar con los problemas familiares y problemas económicos que a esta edad se vuelven muy básicos. Me llega ser dependiente. Quiero independizarme. Quiero valerme por mi mismo. Quiero sentir que lo que vivo es mi vida y no lo que me impone el resto.

Desde chiquito tuve problemas para elegir mi propia vida, siempre la eligieron por mí, ahora me cuesta sostenerme. Soy demasiado débil. En el colegio me comporté muy relajado. Fui descuidándome en los estudios y sólo leía lo que me interesaba leer. Aprendía por mi cuenta. Leía libros de historia universal cuando tenía que estudiar para matemática. Leía novelas de amor en vez de estudiar para lenguaje. Nunca me gustó estudiar. Me apetecía más aprender pero por mi cuenta.

He sido muy egoísta, lo sé, pero nunca me gustó que impongan deberes en mí. Ahora me cuesta aceptarlo. Sufro mucho por este problema. Veo mi futuro con mucho incierto. No sé qué será de mi vida en algunos años. Tengo tantos sueños que cumplir y aún no sé qué espero para realizarlos.

Hay una canción que explica mucho lo que hice en el colegio, la letra se refiere una respuesta que se le da a la profesora:

Yo seré sincero: prefiero hacer mis letras
Que gastar en su clase mis lapiceros…


Esto demuestra, simplemente, el rencor que me consumió los últimos años que estuve en el colegio, pues nunca hacía caso a nadie, sólo escribía en mi cuaderno cosas irrelevantes, poco importantes.

Hacía la tarea cuando me daba la gana. Incluso, alguna vez en clase de matemática, la profesora empezó a repartir los exámenes, pero cuando llegó a mi pupitre me preguntó si es que yo iba a dar mi examen. Obviamente la miré y le dije que no. (Eso no quiere decir que yo haya sido malcriado, sino que no me apetecía darlo. Prefería escribir en mi cuaderno que estar resolviendo problemas numéricos).


Y así fue pasando mi vida. Limitándome a resolver ejercicios y hacer lo que me da la gana: escribir. Cada día que pasa me convenzo más que nunca seré el escritor que quiero ser. Nunca seré si quiera la persona que alguna vez soñé. Llámenme conformista o perdedor si quieren, pero mis continuos miedos me hacen pensar eso.

Vuelvo a repetir, veo mi futuro con mucho incierto. No sé cómo hacer para lograr todo lo que tengo en mente. Me aturdo. Me quiebra la idea de ser un pobre diablo que se sumerge en sus libros para escapar de su realidad cuando se siente mal.

Yo no sé cuánto tiempo tenga que pasar, pero por ahora, me siento incompetente y pusilánime. Un chico de lo más infeliz. Escribo de manera desesperada para desquitarme de todo el mal sabor que me deja la duda y el miedo. Es el mismo miedo que sufren muchas personas de mi edad, el mismo miedo que padecen los jóvenes de mi tiempo, y, probablemente, de todos los tiempos. Mis papás piensan que soy un buen hijo, pero están equivocados.

Estudio comunicaciones y a veces no sé qué tanto me servirá. Hace algunos años, cuando aún era niño, yo quería ser arqueólogo, filósofo, científico o al menos conservaba la esperanza de estudiar literatura. Mi mamá siempre pensó que yo no servía para ingresar a una universidad nacional porque durante la secundaria le demostré que no podía, por eso me matriculó en un instituto particular; claro, con el fin de convalidarlo luego en la universidad. Ahora no sé si quiero convalidarlo. Quiero trabajar y librarme del apoyo de mis padres. Que ellos disfruten su dinero y se olviden de mí. Yo podré arreglarme por mi cuenta, aunque no estoy seguro de eso, pero es lo que más deseo.

A veces carezco de ideas. Me refugio en mis libros pensando que así todo estará bien. Los libros que leo a veces me parecen literatura barata, aunque la única literatura barata que conozco son las cosas que escribo. Tengo el alma rencorosa llena de dolor. Un dolor que no sé por qué se origina. Quizá por el temor a fracasar. No me importaría fracasar, lo que me aturde es ser un fracasado.

miércoles, 17 de agosto de 2011

¡Medio año juntos!

Así se titula la nota que recibí hace unos días. Fue escrito por mi chica. Yo no sé cómo lo hace pero siempre termina sorprendiéndome. Y no debe ser así, a mí me gusta sorprender a las personas, no que me sorprendan. Y mucho menos escribiéndome.

Nunca nadie me escribió tanto como ella. Los únicos escritos que recibí de chiquito fueron las notificaciones que me enviaban desde el colegio para mis papás por no entrar a clase. Ahora alguien me escribe. Ese alguien es mi novia. No me escribe constantemente pero sí con determinada frecuencia. Sus líneas dicen lo siguiente:

Me gustas por lo tranquila
que me pongo cuando estoy contigo

Me gustas porque
me gusta que andemos por la calle
de la mano

Me gustas porque
te demoras en escoger qué es lo que
te vas a poner cuando ya nos tenemos que ir

Me gustas porque
hemos vivido cosas increíbles juntos

Me gustas porque
me gusta despertar y verte a mi lado

Me gustas porque
quiero escaparme muy lejos contigo

Me gustas porque
no me quiero separar de ti

Me gustas porque
quieres que sea tu mujer, tu esposa, la mami de Eduardito
y tu chica siempre, hasta que seamos viejitos

Me gustas porque me haces sentir especial,
porque quiero compartir mi vida contigo…

¡Te quiero, mi amor!


A decir verdad, es un escrito muy bonito. Conserva en su sencillez un encanto enternecedor. Adoro a mi chica. Me tiene completamente enamorado, como un loco. Mi vida se suspende en sus labios y en su compañía. ¡La quiero tanto! Gracias por escribirme, mi amor. También te quiero. Te quiero muchísimo.

Ella

Ella me conoció de casualidad
Por capricho del destino
No había opción, tenía que suceder


Ella me mira y no dice nada
Permanece quieta
Se repliega en mis brazos mientras descansa


Ella conserva cierto misterio
Su silencio lo ha confesado
No intento saberlo
No me conviene, lo presiento


Ella me quiere, me lo ha dicho
Yo le creo, no tengo por qué dudarlo


Ella es mi confidente, mi cómplice, mi chica mala
No tiene miedo, no teme a nada
Al menos así parece


Ella no vacila, se atreve, es decidida
Es más valiente que yo
Es fácil ser más valiente que yo.


Ella me demuestra una parte que desconocía del amor
No hay duda, la quiero
Me tiene sometido a sus encantos
Y yo quiero permanecer así: a su lado


Ella conserva un aroma delicioso
Su piel desnuda suele invitarme a acariciarle el cuerpo tibio con los labios
A besarla con paciencia, despacito
A ir descubriendo nuevas vibraciones en cada beso
en cada lugar, en cada rincón inhabitable de su piel


Ella se pasea por mi espalda, por mi cabello
Yo por su vientre, por su pecho
Por donde el amor nos lo permita


Ella está dispuesta a ir contra todo
en particular, contra el tiempo
Muchas veces nos limita, nos separa.


Ella me besa y yo pierdo la razón
Sus besos se han vuelto mi antojo,
sus labios mi capricho
su cuerpo mi deseo
Pero ella, en suma, es mi tentación.

domingo, 14 de agosto de 2011

Lo bueno de ser maleducado

Las mujeres suelen creerse muy educaditas, muy buenitas, muy chicas de su casa. Pero ¿qué pasa si una mujer se expresa de forma grosera o dice algo así como: sí pues, me gusta la pichula

Seguramente las personas que la escuchan se escandalizarían y armarían todo un show. Empezarían por tildarla de maleducada y puta. Todos la mirarían con menosprecio y asquerosidad, juzgándola por decir tal disparate. Pero ¿alguien se ha puesto a pensar cómo se debe sentir ella? De seguro muy apenada y muy avergonzada por lo que dijo; no sólo eso, seguro querrá desaparecer del planeta o simplemente morirse. Aunque no todas son así. Habrá otras mujeres que les importe un carajo la opinión del resto, pues, al fin y al cabo, uno tiene derecho a expresarse como quiere, como le da la gana. No tiene nada de malo expresarle al mundo entero sus gustos, incluso si esos gustos hacen alusión a una pichula. ¡A la mierda el resto, hay que expresarse como uno quiere, como se nos viene en gana!

Uno puede expresarse como quiere, claro, sin ofender al resto.

Una vez leí que las mujeres que se creen muy educaditas y muy inocentes, son las que en privado conversan con sus amigas sobre sexo sin vergüenza y analizan, imaginariamente, con sumo criterio el miembro de su pareja. ¿Me pregunto si mi mamá también hablará así? Seguro les dirá a sus amigas: "ay, mi Eduardito de niño tenía su pipilincito muy bonito, ojalá que ahora de grande no sea como el de su padre, sino pobre de él”.

Tengo algunas amigas que me cuentan que las mujeres son más abiertas que los hombres (entiéndase ABIERTA en el modo de hablar y no en referencia al acto sexual), pues me dicen que cuando hacen reuniones de mujeres es inevitable no hablar de sexo. Lo peor es que hablan con mucho detalle, muy explícito, y al final, claro, terminan contando absolutamente todo. Son unas ninfas justagtivas, unas malcriadas del raje, unas víboras vivientes, en suma: unas cuentacuentos sexuales.

Yo me pregunto ¿por qué los hombres sí podemos expresarnos cómo queramos y a las mujeres sólo les permitimos decir palabras educadas e ideales de una dama? ¿Acaso la mujer no puede decir una lisura? ¿Acaso el hombre tiene privilegios y la mujer vive sometida a una educación falsa? Lo cierto es que aún estamos en una sociedad muy machista, muy clasista, muy prejuiciosa y superficial. Una vez una chica que conozco me dijo que cuando practicaba al sexo con su novio, ella solía decir palabrotas, eso la excitaba más. Su arrechura en un momento fue tanta que terminó por decirle a su novio: “¡perro, muévete más!”, y el tipo muy obediente y con gran entusiasmo intentó agitarse un poco más, se sacudía sin control e intentaba complacer a su chica. Un empeño destacado considerando que no todas las parejas emplean ese método de excitación.

Hace unos días cuando hice una entrevista a Oswaldo Reynoso, un escritor considerado dentro de la generación de los 50s, junto a Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa, como escritores del realismo urbano en la literatura. Me decía que cuando él empezó a escribir lo hizo en referencia a ese grupo de personas que son ignoradas ante la vista de los demás, esas personas menospreciadas y marginadas, esas que viven en los barrios populares y no en el sector de la Lima aristocrática. A él (a Don Oswaldo) le interesaba más la realidad de las personas que los engaños del dinero, por eso escribió Los inocentes, un libro donde se emplea diálogos coloquiales impulsados por la mala vida y por el vocablo juvenil, muchas veces llenos de lisuras. Ahora entiendo que no importa ser educado para tener aceptación ante los demás, sino que es mejor aceptar la mala educación, pues, al final, uno también aprende de eso.

martes, 19 de julio de 2011

Poema XVI

Intenta coger mis manos
Siéntelas
Son tuyas

Como son tuyos también mis sueños y mis momentos
mis despertares y mi andar

Intenta obsequiarme una mirada, desafiante y trasnochada
Intenta seducirme con tu amor
lléname de ti y endulza mis placeres

Regálame un beso, un día, una noche
Regálame el corazón que yo te regalo el mío
Encadenemos un instante
Un momento

Intenta callar, intenta no decir nada
sólo veme en la oscuridad de tus pensamientos

Intenta cambiar mis latidos, mis energías, mis despertares
quiero que todo lo mío sea tuyo

Perdámonos en un suspiro,
en una caricia o
en verso inadvertido

Enlacemos nuestros labios hasta enloquecer
Escondámonos del tiempo,
que jamás nos encuentre

Intenta huir
intenta perderte
intentar alejarte
Intenta lo que quieras, pero llévame contigo.

lunes, 30 de mayo de 2011

Vulgarcito

Si pudiera volver a nacer, pediría ser más grosero, más vulgar, más atrevido, menos tarado y más sinvergüenza. Sería un pendejito de esquina, un palomilla. Jugaría pichanguita todos los días con los amigos del barrio (claro, ahí sí tendría amigos en mi barrio, no como ahora que a penas y me conocen de vista).

Recuerdo que cuando era niño mis amigos del colegio me acusaban de gilerito, de enamorador, de pulseador de chicas. Ese concepto fue alargándose con los años y me duró toda la secundaria. Era el pendejito del colegio. Luego pasé a ser el mariconcito, un ascenso vergonzoso. Nunca supe el origen de ambos calificativos pero a mí me importaba un carajo. Me daba igual. Gracias a esas jodas y a esos repitentes calificativos insultantes que escupían en mi contra, fui creyendo ser así, como el resto me llamaba. El resultado fue que tuve muchas amigas. Tuve facilidad de acercarme a las mujeres, de hablar con ellas y escuchar sus problemas, sus quejas, sus molestias para con sus enamorados. Años más tarde, y con un poquito de teoría por las lecturas de amor que me interesaban leer, aprendí muchas cosas acerca de las relaciones de pareja. Ahora, a mis 20 años, no seré un experto, pero creo saber lo esencial. He ayudado a muchas parejas a solucionar sus problemas, pero también he fracasado, es que hay parejas que no tienen solución, o, en el peor de los casos, la única solución es separarse.

Como dije en un principio, me gustaría ser un tipo más avivado (entiéndase avivado como liberal, mañosón, vulgar). Hubo un tiempo donde quise intentar serlo. Empecé a fumar demasiado, a tal punto de probar marihuana, a beber alcohol sin motivo, a salir con mis amigos cada fin de semana a discotecas sin que éstas me gusten, a conversar con chicas que encontrábamos solas en las fiestas, a organizar (y esto nunca se realizó) conceptos e ideas para filmar una película porno, empecé a decir lisuras delante de mis papás, a no saludar a las personas mayores, a privarme de alimentos saludables, a no ir al colegio, a verle las tetas a las mujeres de la calle, a mirarle el calzoncito a la profesora de literatura que seducía a toda la clase con sus piernas, a robarle los condones a mi papá para vendérselos a mis amigos, pero nunca me gustó ser así. Me sentía mal. Incómodo. Sentía que no podía fingir ni mentirme a mí mismo. Fracasé en mi afán de volverme un rebelde sin causa.

Yo no entendía, y no entiendo, como es que las personas pueden rascarse sus partes genitales en la calle. Como es que escupen y botan basura desvergonzadamente. A veces me río de todo esto. Incluso debo admitir que a veces admiro el código verbal que se emplea en la calle. Una vez escuché una conversación en el micro, donde el cobrador le decía al chofer: “oe, causita, hoy tengo un plancito con mi chibola. Conchesumare, pero no tengo plata. No sé adónde vaos a ir. Toy misio” – El chofer le respondió: “¡oe, a la firme! ¿Tú crees que la Elvira quiere pasear? Quiere su pedazo ya. Ya le toca. Te estás volviendo cojudo, comparito. Ya debes medir el aceite pe’, lo justo”. Ambos terminaron riendo, como burlándose de sí mismos. Yo los miraba y me reía en silencio con ellos. Disfrutaba su forma de hablar, me parecía admirable, divertida.

Leyendo Los inocentes, un libro del escritor peruano Oswaldo Reynoso, entendí que las buenas narrativas también contienen grosería y mucho sexo. Adoran de manera sobrenatural al sexo que, a mi parecer, ya parece una nueva ideología. Yo siempre he intentado escribir moderadamente. Formal, se podría decir. Cuando me dejan tareas o algún trabajo siempre intento ser lo más formal posible, pero muchas veces lo formal aburre. No estoy en edad para aparentar formalidad. ¡Al carajo la formalidad! Yo quiero ser más libre al expresarme, más suelto, más boca suelta.

Un tema relacionado que también me divierte, es cuando escucho a los niños decir lisuras. Muestra el lado maduro de los niños, o al menos el lado adulto que ellos intentan aparentar diciendo palabrotas. Yo de niño siempre me mostré muy educadito, muy tranquilo, al extremo de acompañar a mi abuelita a sus largas visitas a la iglesia, para lo cual tenía que hacer el sacrificio de levantarme de madrugada. O cuando ella asistía a sus reuniones con personas de su misma creencia religiosa, yo tenía que mantenerme despierto hasta altas horas de la noche por respeto a Dios. Por creerme buenito me ganaba sesiones largas de oraciones. Mientras mi abuelita rezaba el rosario y pedía ayuda para las personas enfermas y necesitadas, yo rezaba internamente y le pedía a Diosito por mí, porque se termine pronto todo y poder volver a casa. Fueron años de mucho sacrificio. De largas horas encomendado al señor. Una vez estuve en la iglesia con mi abuelita, y recuerdo que aquella noche no había cenado, así que cuando repartieron la hostia yo me acerqué al padre de manera sigilosa, muy inocente, para que me diera uno de esos delgaditos bocaditos divinos y calmara mi hambre. ¡Me moría de hambre! Total, Diosito entendería mi travesura y me perdonaría porque él lo perdona todo. Lo que no debe perdonar, quizá, es que mi mayor fantasía sexual sea hacerlo en un confesionario.

lunes, 23 de mayo de 2011

Recuerdos

Hay momentos que uno nunca olvida y probablemente jamás olvidará. Existes instantes de esos que se recuerdan toda la vida. Yo no sé cuántos años viva pero estoy convencido de que algún día, quizá en muchos años, esté en algún lugar que ahora desconozco - pero que para ese entonces ya no desconoceré -, y tal vez en ese momento pueda recordar con disimulada alegría todas las cosas que ahora conservo en absoluto silencio.

Siempre digo que no llegaré a ser anciano, que mi desordenada vida y mis comprobadas limitaciones físicas no me permitirán serlo, pero ahora más que nunca me gustaría llegar a una edad prolongada.

Creo que cada anciano guarda indescifrables secretos de su larga vida. Incluso existen secretos que nunca se revelan y que, quizá, nunca se revelarán porque las personas prefieren guardarlas como suyas para siempre.

Es fácil contar lo que nos conviene, es fácil mentir y alterar ligeramente los recuerdos a favor de uno, como también lo es exagerar e inventarse historias falsas, pero ¡qué difícil es guardar secretos y conservarlos dentro de uno mismo!

Tener una historia sin que nadie lo sepa, sólo tus pensamientos, es complicadísimo.

Hace mucho comprendí que yo estaba condenado a ser una de esas personas, pues pese a tener amigos mayores que yo, sé que hay historias y anécdotas que no pueden ser reveladas por el simple hecho de que ellos lo tergiversarían, y alborotados inventarían o modificarían mi verdad.

Comprendí que debo callar y debo mantenerme sosegado y fingir que todo anda normal, que mis mayores alegrías son sólo para mí y que por más que quiera gritarle al mundo entero lo feliz que soy, debo callar sus causas. Es por mi bien, por respeto a mí recuerdo, por el honor de la persona involucrada.

Yo no me considero una persona reservista de secretos, pero si de algo estoy seguro, es que sé guardarlos muy bien. Sin embargo, tengo la mala suerte de tener amigos que sólo me buscan en momentos difíciles, cuando están tristes o cuando se sienten solos; en el peor de los casos, cuando tienen algún tipo de problema. Y cuando yo los necesito, no están o prefieren mantenerse al margen por razones desconocidas.

Es verdad que a veces se me han escapado ligeros comentarios un poquito evidentes que comprometen al resto, pero al final nadie me cree porque piensan que son inventos míos o simplemente bromas sin sentido. He perdido credibilidad.

El hecho es que ahora tengo mi propia historia. Mi propio recuerdo. Mi propio secreto. Y sé que algún día muy lejano, en tiempos muy apartados a éste, seré feliz recordando mi historia, mis recuerdos, los instantes que viví en alguna etapa de mi vida, cuyos fragmentos tendrán origen en una complicidad adolescente, en la inquietud por descubrir el mundo con ansias locas.

Hace unas horas, volviendo a casa después de una exposición de pintura, me topé con un tipo que estaba sentando al borde de una rampa, la cual cubría unos metros el pequeño jardín de una caseta de serenazgo. El tipo me produjo nostalgia. Parecía un personaje literario. Su vestuario era oscuro y poseía cierto aire intelectual. Mientras las personas pasaban por su lado, él parecía estar ensimismado, como sumergido en sus pensamientos. Llevaba la mirada perdida. Sus ojos reflejaban un vacío profundo. Procuré fingir desinterés. Hice como si no me interesara, pero su presencia me produjo un recuerdo inmediato. Recordé el libro de Ernesto Sabato, “El Túnel”, y aquel tipo me recordó al protagonista, Juan Pablo Castel, un pintor obsesionado con una mujer, cuyo amor de vuelve odio y, en consecuencia, un crimen: asesinarla. El pesimismo y la melancolía que el tipo expresaba sentado en la rampa, es el mismo que relacioné con el pesimismo y la melancolía que se desarrolla a lo largo de la novela.

Con esto quiero llegar a un punto exacto: muchas veces los recuerdos lastiman. Muchas veces es mejor despojarse de ellos y evitar guardarlos. Uno nunca sabe hasta qué punto pueda llegar a influir en nosotros.

Yo de momento intento guardar mis mejores recuerdos, pero sé que los mejores recuerdos también lastiman en un momento dado. Lo que importa en sí, es saber manejarlos, llevarlos como son, como recuerdos.

Yo no sé de qué manera influyan en mi vida los recuerdos que tengo, pero si de algo estoy seguro, es que los peores recuerdos que conservo ni los he escrito ni los he contado, sólo quiero que no me pertenezcan. Y los mejores, pues, que se vuelvan a repetir.

lunes, 2 de mayo de 2011

Mi amor por ella

Como muchas personas, le temo al amor. Y no es un miedo cualquiera, sino uno que alborota mi quietud en los días de su ausencia. Trato de no pensar en momentos tristes, pero a veces decaigo indefenso y no entiendo por qué lo hago.

Estoy enamorado pero a veces esos pensamientos me llevan a lugares desconocidos. Y algunas veces me lleno de soledad teniendo el amor de una chica que a veces me parece inmerecido. Yo pensaba que el amor se limitaba a ser feliz y ya, pero comprendo que el amor también te llena de instantes de fantasía y te enrumba hacia una locura inimaginable.

Mi tristeza de esta noche no es una tristeza cualquiera, es una generada por el miedo a perder. Yo he ganado mucho con este amor que ahora tengo, pero ganar no siempre depende de uno. Esta vez depende de dos. De ella y de mí. De su amor y de mi amor. Ella no se imagina pero, su felicidad es mi felicidad. Su sonrisa es mi sonrisa. Su corazón es mi corazón. Y si ella se entrega, yo me entrego. Porque no hay nada mejor que estar a su lado compartiendo este amor que ahora nos pertenece. Yo no quisiera sacarla de mi mente porque ahí donde está es donde quiero que esté. Llenándome de alegría y cambiándome la vida. Intentando descubrir que el amor es mucho más que un sentimiento. Es ella. Ella quien tiene la capacidad de enamorarme con tan solo una mirada. Con alguna caricia sutil en las noches que permanecemos juntos.

Si me preguntaran qué es el amor para mí, diría que mi amor se resume en una sola palabra: Alejandra. Es ella quien me demuestra su significado. Ella la causante de sentir lo que ahora siento. Por más minúsculo que sean mis formas de expresarle mi amor, es inmenso. Sin embargo, ella intenta ser paciente y me demuestra que está siempre dispuesta a otorgarme lo mejor de sí para que yo sea feliz.

A su lado siento que mi amor es livianito. Indefenso. Tiritarte ante su presencia infinita. Suelo callar cuando en realidad quiero gritar que estoy enamorado. A veces me limito a darle un beso cuando en realidad quiero expresarle mucho más que eso. Mi miedo me lo impide, y es un miedo que nunca conocí. Jamás tuve miedo a expresar mis sentimientos como ahora. Siento que no existen palabras para decirle lo que ella me hace sentir. Me gustaría demostrarle mucho más, pero cuanto más me esfuerzo, menos lo logro.

Estoy incapacitado. Su amor me deja indefenso. No tengo reacción y divago en silencio perdido en su mirada encantadora que tanto me gusta, y lo único que hago es abrazarla para intentar aliviar mi timidez. Aquella timidez que me impide muchas cosas, entre ellas a quererla como ella lo espera.

Los interminables besos que solemos darnos son como de fruta fresca, como un trocito del mejor dulce que pueda existir. Suaves y duraderos. Envolventes en todos sus sentidos. Y yo me dejo consumir por sus labios, y entregado a su cuerpo le brindo lo mejor de mí. Yo no sé si ella sepa, pero no puedo resistir la tentación inmensa que ella provoca en mí cuando permanece a mi lado. No quisiera separarme de ella, pero cuando cae la noche, sé que el tiempo limita nuestros encuentros y tenemos que separarnos. Yo pasaría la noche entera a su lado, abrigándola con el poco calor que me queda. Viéndola reposar sobre su cama, durmiendo dulcemente mientras yo la observo seducido por su encanto. Si pudiera decirle algo ahora, le diría que ha hecho de mí una persona sumamente feliz. Con su entrega y su pasión, con su ternura y su amor, sus detalles y su encanto. Absolutamente todo es ideal para quererla cada día más. Yo no sé cuánto es el amor que siento, pero si he de afirmarle algo, es que estoy completamente enamorado de ella.

domingo, 1 de mayo de 2011

El feliz que vive de sus recuerdos infelices

Llevo muchos días sin escribir. Ya he perdido el interés por escribir. He perdido el interés a muchas cosas. Ahora sólo lo hago por compromiso a cumplir con alguna tarea. Me cansé de escribir y sentir que mendigo atención entre los amigos y/o seguidores que pueda tener. Ciertamente nunca me gustaron las redes sociales, pero una vez que creé mi Blog, tuve que usar más seguido el Facebook. Era la única manera de que las personas cercanas a mí puedan leerme, pues puse un enlace donde cada vez que publicase algo en mi Blog, también se publicara automáticamente en el Facebook. Al principio tuvo éxito. Recibía comentarios por cada escrito, tanto en el Blog como en el Facebook. Tuve que incorporarme rápidamente a la vida de las Redes Sociales y dedicarle más tiempo. Ahora ya no tengo interés en contar nada. No tengo ideas. No quiero escribir. Es más, siento que escribo mal.

Mi problema quizá se resume en una frase hecha por el polaco Ryszard Kapuscinski, un periodista, escritor, ensayista y poeta que afirma: “la mayoría se preocupa más en cómo escribir y muy poco en qué leer”. Dicho de otro modo, la lectura influye mucho en el desarrollo de los escritos. Una lectura te genera ideas, creatividad, ingenio y te da cierto punto de vista sobre distintos temas; sin embargo, llevo mucho tiempo sin tener una lectura que me apasione. El último buen libro que leí fue María, del escritor colombiano Jorge Isaac, una historia de amor imposible de consumarse, y que sólo la muerte termina siendo el nexo para que las personas que se oponen a esa relación, se den cuenta que el sentimiento de los jóvenes fue real y que, sin embargo, les fue negado.

Ha pasado muchas semanas desde que terminé de leer aquel libro. Después no he tenido la suerte de encontrar buenos libros, o quizá no me he interesado lo suficiente en buscarlos. He estado leyendo algunos blog’s y algunas columnas pero no me ha servido de mucho. Siento que pierdo el interés en algo que tanto me gusta: escribir. A veces dejo todo al azar y descuido lo que más aprecio. No soy un conformista, pero me comporto como tal. Los recuerdos a veces influyen en mi estado de ánimo, y cuando estoy a punto de escribir algo, logran desviarme de mi propósito y no escribo nada. Me pierdo en mí mismo y prefiero echarme a pensar. He llegado a la conclusión de que pierdo el tiempo sentado frente al monitor intentando escribir algo que quizá a nadie le importe.

Nunca me ha gustado contar lo que me pasa porque siento que las personas de mi edad son poco comprensibles (muy impulsivas en realidad). En el peor de los casos terminan sugiriendo consejos evidentes y de poca ayuda. Por eso sólo me limito a escribir: porque de alguna manera me relaja y siento que despojo los malos sentimientos.

Ahora todo me es esquivo y carezco de interés por escribir algo relevante o tan siquiera esperanzador o emotivo. Ya ni los buenos sentimientos me generan el motivo suficiente para escribir. Quiero pensar que estoy pasando por un mal momento que pronto se diluirá, aunque a veces pienso que mi respuesta la puedo hallar en el pasado, pero no quiero volver a esos años por más felices que hayan sido. Años en que viví en sumos extremos y no sabía diferenciar entre la felicidad y la tristeza. El amor y el desamor me sometían a su interés y yo no sabía diferenciarlos. No volvería porque toda la felicidad que viví un día, ahora me persigue en recuerdos que alteran mi presente, entre ellos el motivo por el cual he dejado de escribir. Mi mayor felicidad, es ahora una enfermedad constante que me consume a diario sin encontrarle una cura. Soy una persona feliz que vive en sus recuerdos infelices, aunque en un lejano día no lo fueron.

jueves, 14 de abril de 2011

Lima no es el Perú

En estas últimas semanas muchas personas de mi edad se han venido creyendo grandes conocedores de política. Muchos se atreven a pronosticar lo que podría pasar en el Perú después de las actuales elecciones nacionales que se ha prolongado hasta una segunda vuelta.

Es increíble cómo todos los jóvenes se alborotan, se atemorizan, se intimidan, se escandalizan y temen por la estabilidad económica del Perú. Apuesto mi vida a que muchas de esas personas no saben sobre las propuestas de los dos candidatos que siguen en lucha; sin embargo, critican de manera muy arbitraria las consecuencias del mal voto y acusan a las personas provincianas de ser ignorantes y de que gracias a ellos somos un país mediocre e incapaz.
De por sí, el Perú es un país que está mal desde hace muchos años. Es la herencia que nos han dejado gobiernos anteriores.

Todos los ciudadanos peruanos siempre nos quejamos de la falta de democracia, y ahora que la hay, nos quejamos de la misma. No soportamos que la decisión en mayoría de otras personas sea distinta a la nuestra y mucho peor que apoyen a un partido político radical.

Evidentemente más del 60% de personas en Lima querían que PPK gane las elecciones o tan siquiera pase a segunda vuelta, entre ellos muchos jóvenes. Lamentablemente las cosas no se dieron y ahora todos culpan al electorado provinciano de este gran error. ¡Señores, Lima no es el Perú! No sé de qué justicia hablamos y nos quejamos los peruanos si ni siquiera somos justos entre nosotros mismos. No respetamos la libertad de decisión, sino más bien la acusamos y menospreciamos con prejuicios.

Un tema importante en estas elecciones es el síndrome PPK que tuvo buenas y notorias consecuencias. Quizá este viejito que fue llamado por Toledo en el debate como “Mister Kuczynski”, sí tuvo influencia en los jóvenes y logró por fin involucrarlos en una decisión electoral seria y pudo llegar a ellos de manera directa. La pregunta es ¿PPK pudo llegar a los jóvenes a base de ideas o es que los jóvenes se acercaron a él por fines triviales y/o “moda”? Digo moda porque las pulseritas, los politos, el PPKuy y las infinidades de cosas que sacó, incluyendo la campaña en redes sociales, fueron muy aceptados por los jóvenes. Causó gran impacto entre ellos y tuvo como consecuencia la aceptación de estas personas, que por cierto son personitas muy fáciles de convencer y novatos en política; y, en el peor de los casos, poco informadas y dejadas a su suerte para ir detrás del mejor postor. Dicho de otra manera, son personas que otorgan su voto al candidato que confía en ellos y les obsequia algún detallito bonito para engancharlos.

Haber, si retrocedemos 11 o 15 años atrás, y recordamos la campaña de Alberto Fujimori, podríamos decir que él uso la misma estrategia que PPK, pero Fujimori lo hizo con las personas de provincia, por ese sector pobre del Perú que hoy vota por su hija Keiko en agradecimiento.

Si hacen un breve retroceso, recordarán que Fujimori regaló arroz, azúcar, víveres, productos de primera necesidad y se acercó a las personas que tenían escasos ingresos económicos. Estas personas necesitadas regalaron su voto a Fujimori a cambio de unos cuantos kilos de productos. Ahora PPK hace lo mismo con los jóvenes, les regala pulseritas, politos de diferentes colores, llaveros y se involucra en las redes sociales. Discúlpenme los simpatizantes de PPK pero él también les compró su voto así como Fujimori lo hizo con los más pobres en los años 90.

El peruano de por sí, es materialista. Las personas se alegran con algún regalito u obsequio. Se entusiasman. Por eso PPK tuvo gran aceptación entre jóvenes: por una buena estrategia de marketing.

A mi juicio, el señor PPK me parece un buen candidato. Es un probado personaje de éxito. Así lo demostró cuando estuvo a cargo del Ministerio de Energía y Minas y del Ministerio de Economía. Tiene grandes dotes para ser un gran presidente, sus ideas y su capacidad le ayudarían al Perú en su camino hacia el desarrollo. Según vi un informe en CNN, hace un tiempo el Perú está ubicado en el 2do país emergente en Latinoamérica y en constante crecimiento desde el 2001, año en que Alejandro Toledo estuvo a cargo del poder ejecutivo. Este crecimiento se puede truncar sabiendo que en la actualidad solamente contamos con el 'comandante' Ollanta Humala y la señora Keiko Fujimori como alternativas para la segunda vuelta. Ambas opciones tienen desaprobación por más del 40% de los peruanos. Nadie quisiera tenerlo como presidente en los próximos 5 años, por eso, como bien lo cataloga Mario Vargas Llosa a una revista española: “los peruanos tenemos la difícil decisión de elegir entre el sida y el cáncer”.

Aún queda secuelas de las acciones del fujimorismo en la década de los 90, muchas muertes, genocidios, masacres, conflictos internos entre civiles y militares, mucha injusticia. Sin embargo existen personas, en su mayoría gente de provincia, que ven a este partido político como héroe y salvador, debido a que el fujimorismo logró librarlos del terrorismo en los años de absoluto pánico nacional, pero en realidad 'el chinito dictador' que tuvimos como presidente décadas atrás, nunca terminó con el terrorismo, sino que simplemente lo arrinconó a un lado, lo acorraló, lo enjauló, minimizó su intensidad, pues hoy en día Sendero Luminoso sigue creciendo. Se viene nutriendo de nuevas personas (entre ellos niños). Aunque su líder máximo, el camarada Gonzalo, que no es otro más que Abimael Guzmán se encuentre en la cárcel y seguramente muera allí, sus seguidores seguirán desde su trinchera viendo el momento preciso para reaparecer, esta vez, quizá, con mayor fuerza.

Ahora, ciertamente, no sé por quién votarán los jóvenes que votaron por PPK. No sé lo que pase en la segunda vuelta. No sé quién irá a ganar. Es todavía un misterio que el tiempo terminará por revelar. Lo que sí sé, es que los que no somos simpatizantes de Humala ni de Keiko, estaremos en una posición muy difícil. Esta segunda vuelta será como ir a una cámara de gas y sentir que estamos siendo obligados a elegir la opción que, finalmente, terminará siendo un mal para nosotros mismos.

Quedará en nuestras memorias la remota idea de que aquí en el Perú un día existió la paz, hubo crecimiento económico y prevaleció la armonía. Creímos en el amor y hasta fuimos capaces de imaginarnos la felicidad y el desarrollo, pero por alguna razón extraña y profética, nunca quisimos superarnos y votamos por un presidente que terminó siendo, quizá, uno de los peores de la historia.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Adiós, que te vaya mal

¿Recuerdas cuando nos conocimos? Permanecías fría y distante. Callada como la noche.

Aún recuerdo esa primera vez junto a ti, yo inseguro, ensimismado y perdido. Tú carecías de nerviosismo y te mantenías sobria y antagónica guiándome a tu antojo. Sometiéndome a tu capricho, a tu gusto. Eres incorregible y maltrecha a la vez. Tejías cizañas en mi débil mente y murmurabas disparates de un mundo violento, triste y mediocre. Fuiste conformista y me acostumbraste a tus complejos. Siempre te ocultabas en las sombras y me llevabas contigo, yo me refugiaba porque pensaba que era lo mejor, pero ahora comprendo que lo mejor no era refugiarme contigo, sino estar sin ti.

Nunca podré olvidar tu nombre, porque como el cielo, eres fija e inadvertida. Siempre estás ahí, latente, pero nunca nadie te toma en cuenta. Como todo, eres previsible y decadente, embustera como ninguna y merecedora de un cariño desfigurado. Menguas tu presencia de pronto y te marchas, te diluyes como polvo en el viento. Retornas en tiempos de hostilidad aunque nadie te necesite.

Nunca supe cómo fue que te empeñaste en permanecer a mi lado. Yo nunca quise que te quedes conmigo. No entiendo tu empeño en quedarte. Yo no te necesito, nunca lo hice.

¿Recuerdas aquellas noches infinitas a mi lado? Yo quería morir y lloraba regocijado en tu calor y me envolvía en tu ser hasta perderme contigo. No sabía a lo que me exponía, sin embargo me importaba poco. ¡Era tan ingenuo en aquellos tiempos! Ahora sospecho que no volvería hacerlo, no volvería contigo. No te buscaría aunque no tenga a nadie. No pronunciaría tu nombre aunque sea fácil de recordar. Eres peligrosa, enemiga de los sueños y de la paz. Alborotas mi quietud y desesperas mi calma. Eres atenuante como las tardes de verano e inquieta como las olas de mar. Presumes y especulas ideas turbias e incoherentes. El silencio es tu cómplice y tu condena a la vez. Eres maldita.

Me arrepiento de haberte conocido, pero es tarde para los lamentos. Me resigno a tu perpetua compañía y a tu eterna infelicidad. Nunca podrás ser feliz porque nadie lo es a tu lado.


No lo niego, quizá nunca me haces mal, quizá a veces eres mi mal necesario, mi rinconcito de paz, pero entiendo que darte cabida es como jugar con fuego. Yo ya me quemé muchas veces y no busco hacerlo una vez más. Nunca imaginé un futuro juntos, pero ahora lo tenemos. Ese futuro que nunca quise, se hizo realidad. No estoy preparado para llevar una vida juntos. No puedo. Aún soy vulnerable a las habladurías y decaigo rápido a tu merced. Por mi bien es mejor distanciarnos e intentar olvidarnos. Sé que te irá mejor sin mí. Yo estoy convencido de que me irá mejor sin ti. No merecemos un destino juntos. Hasta hoy lo intentamos pero ya ves, no se pudo (o al menos yo no pude). Lo siento, en verdad lo siento.

Hoy me permito abandonarte porque no sé hacer más que eso: que dejar todo a la deriva. Dejo todo y abandono nuestros recuerdos porque me canse de ti, aunque a veces tu presencia me ayuda un poco, me salva, me libera.

Ahora, justo ahora, la nostalgia invade mi corazón como cuando estaba contigo. No sé si te guardo cariño o rencor, pero algo generas en mí. A veces incomodidad, pero esta vez es algo más intenso, más profundo.

Antes de irte, debes saber que me he enamorado, que hace algunas semanas estoy con una chica que me hace feliz y que gracias a ella, ya no te necesito. Discúlpame si soy repetitivo, pero es cierto, no te necesito. Tú sólo haces que yo pierda el tiempo y que los invierta en tristes pensamientos sin sentido. Te fascinaba eso, que yo mire los atardeceres a tu lado mientras me susurras al oído que la única felicidad es estar solo. Solo junto a ti. Ahora me siento engañado. Un pusilánime incompetente por confiar en ti. Eres venenosa, mezquina y miserable. Merecedora de todo mal y culpable de mis rencores.

Eres insoportable, pero nunca del todo.

Sé que en algún momento nos volveremos a cruzar. Quizá como extraños, quizá como conocidos que nunca debieron conocerse.

Vaya que fueron muchos años los que convivimos. Años que compartimos juntos una historia. Fuiste tú, el motivo de que en mis noches enteras me dedique a escribir líneas avinagradas por el sinsabor de tu presencia.

Te voy a extrañar, quizá no como tú te lo esperas, pero créeme que lo haré. Y aunque hoy te vayas, seguirás siendo parte de mí.
Nunca tuve una despedida, y espero ésta no sea la primera. Sé que aunque quiera olvidarte, no podré hacerlo, de todas formas algún día volverás. Sólo espero que no sea pronto. Adiós, ve y busca tu propio rumbo. Aléjate de mí, márchate para siempre si es posible, ya no te necesito, soledad.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Para Ale

Nunca pensé que seríamos enamorados. Cuando la conocí, a ella le gustaba un chico de su universidad y yo apenas era un desconocido que intentaba conocerla. Jamás pensé que viviría lo que ahora vivo a su lado.

Poco a poco fuimos conociéndonos a través del chat. Sinceramente yo tenía la ligera esperanza de poder ser su amigo, por suerte mi intuición me traicionó y rápidamente fuimos estableciendo una buena relación.

Ella me contaba a diario del chico que le gustaba, me hablaba mucho de él. Yo me permití llamar al chico con el pseudónimo de "el mudito" porque siempre hablaban por teléfono pero nunca en persona. Yo sabía que ese chico ocupaba sus pensamientos y un espacio de su corazón,pero nunca supe, y quizá ella tampoco, de las vueltas que daba la vida ni de los encuentros que nos deparaba el destino.

Un día decidimos vernos y conocernos en persona. Ella me atrajo desde el principio (desde la primera vez que vi sus fotos a través de Facebook).

Aquella tarde en que nos conocimos me di cuenta que era más guapa de lo que me imaginaba. Las fotos mentían y ocultaban lo que en verdad ella era en persona. Extrañamente, después de esa primera salida, ella dejó de hablarme del chico que le gustaba y todo se centraba entorno a nosotros.

Días después tuve que irme de viaje y ausentarme por casi 2 meses. No por eso perdimos comunicación.

Cuando volví de viaje, en febrero de este año, decidimos vernos por segunda vez.

La noche se nos hizo corta pero me bastó verla por segunda vez para saber que ella tenía la facultad de hacerme olvidar del mundo entero. Su sola presencia me inquietaba y despertaba sentimientos ocultos en mí.

Luego nuestros encuentros se volvieron más frecuentes. Mis sentimientos se nutrían de aquellas visitas inolvidables. Estar a su lado me dejaba siempre una sensación de felicidad y tranquilidad inexplicable. No encuentro palabras para describir lo que siento cuando estoy con ella.

Con el pasar de los días, sabía que era necesario decirle lo que sentía, pero no encontraba el momento ideal. Luego descubrí que los momentos ideales no existen, sino que uno los genera. Y así fue, una tarde mientras ambos estábamos en un trance sometidos por el silencio, decidí coger sus manos, sentarme junto a ella y abrirle el corazón para por fin confesarle mis sentimientos. Le propuse que fuera mi enamorada. Ella no me creía. Quizá consternada por la propuesta. Quizá una oferta que a ella no le convenía. Vi en sus ojos un resplandor titubeante de esperanza y de aceptación. Ella prefirió callar y romper el silencio con un beso. Me sentí indefenso. Vulnerable al calor tibio de sus labios. No podía creerlo. Alejandra, la chica que meses antes había conocido mediante una red social, ahora me besaba. Ahora sabía lo que yo sentía por ella y ya no por indirectas ni cancioncitas que yo le dedicaba. Todo me fue inesperado. Aquel día no pensé demostrarle mi amor, pero sabía que no podía seguir callando. No podía dejar pasar un día sin pedirle que fuese mi chica. Yo moría por ser su enamorado y por atreverme a decírselo.

Ese día nos besamos mil veces. Los abrazos y las caricias complementaron una tarde especial. Una tarde junto a ella, junto Alejandra, la chica que me había robado los pensamientos y el corazón, y por mi bien, era mejor que ella lo conserve.

Ahora somos enamorados y soy muy feliz con ella.

Sé que nunca se lo digo, pero es fácil llegarla a querer.

Y el cariño que siento por ella enardece más cuando nos damos esos infinitos besos nocturnos mientras la noche nos oculta del mundo entero. Donde intentamos huir a un espacio inhabitable, peligroso, apasionado. Es tanto el sentimiento que ella genera en mí que a veces temo que sea verdad. No me gustaría separarme de ella. No podría.

Cada noche cuando nos despedimos, siento que una parte de mí se queda con ella. Ya nada es igual desde que nos conocemos. Un día sin verla es un día incompleto o un día que no terminará de ser perfecto.

Hoy es su cumpleaños, y no encontré mejor forma que saludarla por este medio. Feliz cumpleaños, Alejandrita de mi corazón!

martes, 1 de marzo de 2011

¿Existe el amor de nuestras vidas?

Educarnos en el juego del amor es difícil, es un camino arriesgado, un trayecto que bordea el abismo de la infelicidad y del sufrimiento, pero como todo, debemos arriesgarnos a esa aventura si queremos ser felices. Nunca nadie dice que enamorarse es fácil. Cuesta. Pero como todo sacrificio, vale la pena.

Determinar un concepto para el amor, es difícil. Yo no me atrevería a darlo. Es complicado describir la sensación que provoca este sentimiento en nosotros.
Hace unos días leí un escrito que un amigo hizo acerca del amor, la verdad es que aquel escrito me dejó muchas variables cuestionables. Muchas preguntas sin responder y una sensación de intranquilidad.

Es cierto que el amor te cambia la vida y modifica tu visión acerca del mundo, pero es verdad también que no hay forma de generalizar lo que ese sentimiento provoca en cada uno de nosotros. No todos sentimos igual. Uno puede llegar a enamorarse y sentir un cariño muy especial por alguien, puede aferrarse al amor y creer a ciegas en esa persona, pero no por eso su amor es mejor al de los demás. Yo estoy enamorado, y sé que hay miles de personas que lo están, pero eso no significa que mi amor sea igual al de ellos.

La sensación que siento cuando estoy al lado de mi enamorada no es la misma que otras personas puedan sentir cuando están con sus enamoradas. A mí me puede hacer feliz una sonrisa, una caricia, una muestra de afecto inesperado, un instante de ternura, en cambio a otras personas les puede hacer feliz un beso, un momento de placer, un sigiloso encuentro apasionado. El amor es distinto para todos.
El amor que siento por la chica de quien estoy enamorado es inigualable. Nadie puede comparar lo que yo siento.

Tengo la ligera sospecha de que el amor es uno solo, pero infinita en cuanto a la sensación que genera en cada uno de nosotros. Algunos se enamoran con el corazón, otros por el deseo, unos por impulso, y muchos otros por compatibilidad y atracción física. Yo soy un fiel creyente que para amar de verdad tiene que existir la unión de todos estos componentes. No es que el amor sea una especie de fusión alquimista, sino que es ideal sentir una mezcla de reacciones en diferentes momentos. Existen los momentos tiernos, románticos, los momentos apasionados y los instantes de placer. Todos éstos son periodos que el amor nos hace experimentar. Todos están vinculados a un solo sentimiento. Un espacio donde amor se vuelve multifuncional.

Es difícil comprender los sentimientos, yo no intento hacerlo porque siempre serán eso: un sentimiento. Por lo tanto hay que vivirlo como tal, como una reacción interna difícil de deducir. No creo que haya persona alguna que se atreva a dar un concepto general del amor. Será como hallar un resultado inverosímil. Inexistente.
Hace algunos años, cuando aún intentaba hacer cartas de amor y poemas en secreto para algún amor infantil, llegué a creer que el amor de mi vida no existe.
Uno nunca llega a saber quién será el amor de su vida. Es mentira decir que existe una persona destinada para nosotros. Yo no creo en eso. Creo, más bien, en la lucha incesante por conservar el cariño de una persona, en el esfuerzo mutuo por preservar el amor.

Entonces, el amor de nuestras vidas no necesariamente es aquella persona que el destino elige para nosotros, sino que, es la persona que nosotros elegimos para que nos acompañe en el transcurso de nuestras vidas.
Solo cuando llegue el momento de partir, de dejar este mundo, y tengas al lado a la persona que elegiste, sabrás si ésa fue la persona destinada para ti, sabrás si en verdad, es el amor de tu vida. Y te darás cuenta que el destino no te impone un amor, sino que tú lo eliges. Tú decides quién entra en tu corazón y quién será dueño de tus sentimientos. Si la persona te acompaña, o no, en el transcurso de tu vida, eso depende de ambos. Es una lucha diaria, un combate incesante, una guerra sucia, un conflicto con la inseguridad, con los celos, con el miedo a perder, con la tristeza, con los días de soledad. Si en algún momento decides rendirte y darles tregua a estos desleales consejeros, entonces llegará el día en que pierdas a esa persona que tanto amaste.

De momento, aún sé poco acerca del amor, creo que nunca llegaré a entenderlo. Pero puedo dar fe que es una experiencia inigualable, nada se compara con la sensación de estar enamorado.

Yo no soy un creyente de Dios, pero si existe uno, le agradezco por haber tenido la suficiente sabiduría de otorgarnos el placer de amar y ser amado.

jueves, 24 de febrero de 2011

Un poquito de mí

Mi personalidad no es un asunto que me agrade tocar, pero creo que es mejor burlarme de mí mismo antes que otros lo hagan.

Naranjo, Naranyo, Oranyo, Gudis, Pinki, Eduardín, Maricus, Ollita, Tula, Lalo, Aguayo, todo el mundo me llama como le da la gana, incluso mi enamorada me llamaba (cuando éramos amigos): Mosqui o Pavo. No entiendo de dónde las personas se inventan tantos pseudónimos para mí. No creo merecerlos, o al menos no tantos.

Para empezar, me gusta que me llamen por mi segundo nombre: Eduardo.

Soy un tipo muy aburrido. No me gusta que me molesten pero me encanta fastidiar. A veces soy insoportable. Me gusta llevarme mal con las personas, lo malo es que nunca lo logro. Me gusta estar solo, vivir en soledad y vivir de manera austera.

Me gustan los desafíos, pero no me gusta cumplirlos. Me gustan los momentos tiernos, pero raras veces los vivo. Me gusta la música clásica, pero me avergüenzo cuando me descubren escuchándola. Soy sincero, pero pocas veces me creen. Escribo en un blog personal, pero todo el mundo me lee por el Face. No me gusta tomarme fotos. Soy llorón. Me gusta hacer locuras, pero no me considero un loco. Me gusta el verano, pero detesto el sol. Me gusta hacerme el fuerte, pero tengo el corazón blandito.

Me gusta escuchar música, pero no la que yo escucho. Me gusta las reuniones familiares, pero no me gusta estar con mi familia.

Soy orgulloso, pero no me gusta ser indiferente. Soy cariñoso, pero me intimida demostrarlo.
Mis amigos siempre me piden consejos de amor, pero yo no sé nada del amor. Me considero un mal amigo.

Soy soñador, romántico y comprensivo, pero a veces lo dudo. Me gusta vestirme bien, pero siempre me visto mal.

Detesto a las personas que te palabrean y te pintan una realidad inexistente, aunque mis amigos dicen que yo soy una de esas personas.

No me gusta que lean lo que escribo pero no puedo dejar de publicar. Me gustan los poemas, pero no los míos. Siento que los poemas conservan más sentimientos que un manuscrito, pero siempre hago manuscritos y raras veces poemas.

Detesto perder el tiempo porque siento que mi vida se echa a perder, pero siempre el ocio me gana y termino haciendo nada. No me gustan las fiestas ni las discotecas ni las celebraciones.
Tengo los peores amigos del mundo, pero para mí son mejores. Siempre he tenido mala suerte, pero yo no creo en la suerte. No me gusta creer en mí porque siento que me miento.

Siempre busco consejos en los demás, pero nunca les hago caso. Me gusta ser independiente, pero muchas veces dependo de mis sentimientos. Me gusta soñar, pero detesto dormir.
No me gusta comer, me gusta empalagarme. Me gusta demostrar lo que siento, pero lo hago de vez en cuando. Soy inquieto. Algunas personas dicen que escribo bien pero yo no les creo. Me considero un mal escritor. Nunca he ganado nada, solo castigos y reproches. No me gusta ver triste a las personas, pero a veces yo las hago sentir mal.

Me gusta contar chistes y hacer reír a los demás, pero siempre fracaso y terminan riéndose de mí. Soy pesimista, pero siempre le digo a mis amigos que todo irá bien.

Me gusta hacer postres, pero no sé prepararlos. Me gusta dibujar pero he dejado de hacerlo. Soy miedoso, pero muchas veces finjo no serlo. Detesto ser valiente.

Me gusta que me reconozcan, pero no que me conozcan. Quiero vivir para siempre, pero sé que moriré antes de llegar a los 50. Quiero casarme algún día, pero no religioso ni civil. Soy autodestructivo. Me gustan los dulces y el jugo de naranja. Me da miedo la oscuridad, pero me encanta la noche. Me gusta ganar, pero nunca he ganado nada. Me gustan las novelas (de chiquito las veía, ahora de grande las leo). Me gusta ver parejas de ancianos por la calle cogidas de la mano porque sé que yo no llegaré a lo mismo. Me gusta pasear, caminar, jugar y bailar, pero desde mi imaginación. Me gusta la música romántica, pero no sufrir por amor. Soy predecible, pero muchas veces nadie sabe lo que me pasa.

Odio los teléfonos, pero no puedo vivir sin ello. Soy tímido, pero nadie me cree. Me gusta ver el cielo y perderme en mis pensamientos. Me encanta escribir. Me gusta que las personas expresen lo que sienten, los hace más nobles y valientes.

Me gustan los viajes, pero no me gusta estar lejos de casa. Soy travieso, aburrido y un poco mitómano.

Detesto la impuntualidad, pero yo siempre llego tarde. Me gusta conversar con gente adulta, pero no que ellos conversen conmigo. Me gusta comer dulces mientras escribo. Soy delgadito, pero me importa poco. No me gusta que las personas piensen bien de mí, pero al final terminan haciéndolo. No creo en Dios, pero me da miedo el diablo.

Soy muy tolerante, pero detesto esperar. Quiero mucho a mis padres, pero me gustaría vivir lejos de ellos. Me gusta gastar, pero nunca tengo dinero para hacerlo.

No sufro de amnesia, pero suelo olvidarme muchas cosas. Me gusta que me escriban pero nadie lo hace. Me gusta vivir, pero a veces prefiero estar muerto. Me gusta todo aunque no tenga nada. Soy superficial, pero me importan más los sentimientos. Soy perseverante, pero muchas veces me rindo fácil. Me gustan los colores suaves, pero todo el mundo me jode con el negro. Odio cortarme el pelo, pero voy a cada rato a la peluquería.

Si fuera mujer nunca me fijaría en mí.

No me gustan las personas vulgares, pero adoro cuando mis primitas dicen alguna lisura. Soy burlón, pero no me gusta que se burlen de mis amigos.

Tengo baja autoestima, pero siempre aparento lo contrario. Había dejado de creer en el amor, pero estoy enamorado. Tengo el corazón pequeño, pero con suficiente espacio para querer como nunca nadie lo ha hecho.

Soy intuitivo, ingenuo y atrevido, pero sólo cuando me lo propongo. Tengo muchas cualidades, pero todavía no las conozco.

martes, 22 de febrero de 2011

Poema XV

Tu mirada almendrada, fija y soñadora como ninguna,
Tiene el recuerdo de un futuro improbable, uno que nunca existirá
Pero que, sin embargo, yo ya guardo recuerdos.

Tus labios de líneas curvas, como silueta de guitarra,
Me envuelven en su inquietante travesía cuando rozan con los míos.

Eres indescifrable y tan sencilla como un anillo.
Conservas sueños interminables en los despertares crepusculares
Y juegas a ser la princesa de un sueño infinito.

En los días de soledad, tu recuerdo disipa toda tristeza,
Y empiezo a extrañarte, con tan solo un suspiro.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Febrero y sus consecuencias

Estos días he visto a mis amig@s escribiendo en el Facebook poemas, dedicatorias y mensajitos de amor. Yo leía y comentaba lo que escribían. Me reía sin sentido y me imaginaba lo que el amor les hacía hacer, pero en el fondo algo andaba mal. Pese a mis risas y a mi buen humor, sentía que algo no estaba bien, que mi equilibrio emocional me jugaba una mala pasada cuando veía a otras personas enamoradas. A veces me cuestiono tontamente: ¿por qué yo no me enamoro también? ¿Acaso es miedo? ¿Malos recuerdos? ¿Inseguridad? ¿Cobardía? Cada vez que veo a las personas ser felices por amor, y las veo enamoradas, pienso en que hace 1 año que yo no lo logro.

Ya me había olvidado completamente lo que se siente cuando alguien te interesa. Cuando sientes que esa persona se ha vuelto especial para ti, y que a pesar de todo es imposible dejar de pensarle. A mí ya no me pasaba. Todo había muerto hace 1 año. Mis recuerdos se mantenían vigentes pero la persona con quien viví aquellos momentos ya se había esfumado de mis pensamientos. Me costó demasiado. Cada vez que me encontraba con amigos del colegio ellos me preguntaban por ella y yo, ocultando mi tristeza, les decía que nuestra relación había terminado. Nunca nadie me creía. Todos pensaban que yo no me separaría nunca de esa persona, que los años que estuvimos juntos bastaba para permanecer unidos, pero todos se equivocaron. Al final todo el esfuerzo y todo el amor se echó a perder por un simple capricho innecesario. Me fue difícil rehacer mi vida. Después de eso no quise enamorarme ni quise saber de nadie por un tiempo. Ahora, después de un año, puedo decir que he superado aquel problema.

Es cierto que no he perdido comunicación con aquella chica, pero nos mantenemos alejados. Ella ya tuvo dos enamoramos desde que terminamos, flacamente no sé cómo lo ha logrado. Yo no pude. ¿O será que no quise enamorarme? Mis amigos dicen que yo guardo la ilusión de volver con ella, pero la verdad es que no quiero nada con ella. El 2010 se terminó y con ello mis pensamientos y el gran amor que le tuve.

Ahora me he vuelto a ilusionar. He vuelto a soñar despierto y ha tener esos instantes en que pienso tanto en alguien que sonrió recordando algún momento juntos. He vuelto a pensar que es posible ser feliz y enamorarme (eso no quiere decir que no soy feliz, pero digamos que no estoy pasando por un buen momento emocional, tampoco quiero decir que necesito de alguien para estar mejor, porque eso me convertiría en un dependiente afectivo, y creo no serlo, o al menos no siempre xD).

No sé si me estoy enamorando, pero pasa que esta niña me esta robando los pensamientos y hace que mi estado de ánimo cambie repentinamente y me tiene como tonto hablando de ella a todo el mundo. Hace que la quiera en secreto y que crezca un cariño especial dentro de mí. No sé a cuantos les pase pero cuando escucho una canción de amor, me pierdo en la historia y siento que ella y yo somos los protagonistas. ¿Me estaré enamorando?

Todo es culpa de febrero. Dicen que es el mes del amor, pero para mi son puras tonterías. El amor no tiene mes, ni día ni nada, tiene momentos. Y es ahí donde se centra la felicidad: en momentos. Yo soy feliz pero no soy feliz siempre. Soy feliz en momentos, aunque por ahora los mejores momentos son cuando veo a esa chica (ver no necesariamente en persona). Sus ojos, sus gestos, su expresión, su forma de reír, en realidad todo, absolutamente todo es perfecto para recordarla con el mismo cariño especial de siempre.

Si ella supiera que la pienso y que me hace feliz cuando sé de ella, de seguro sospecharía que mis sentimientos no son los de un amigo. Creo que es mejor así. No debo apresurarme a nada porque quizá esa desesperación puede costarme caro. No quiero cometer errores como en el pasado ni quiero adelantar algo que está próximo a ocurrir. Como dice Axel en una canción: “si va a ser, será en su momento”.

sábado, 29 de enero de 2011

Poema XIV

De pronto te extraño, te extraño como un viejo recuerdo.
El silencio no es un buen consejero pero me ayuda a recordarte
y a conservar recuerdos de un futuro encuentro inminente.

¡Somos tan distintos!
Sin embargo, nuestra única semejanza, es nuestra diferencia.

De pronto te pienso, y pienso en silencio si piensas en mí como yo lo hago contigo.

Hoy he vuelto a verte como cada madrugada.
Permanecías callada y distante. Constelada como la noche.
Y te ausentaste en mi presencia y te presentaste en mi ausencia.

El tiempo nos separa, y nos une tambien.

El misterio no es tu mayor virtud ni el silencio tu mejor cómplice,
no sé cómo lo haces pero, eres, mujer, inmensamente indecifrable. Inalcanzable. Me encantas.

Somos, de pronto, el resultado de nuestros miedos
y, a veces, el miedo de nuestro resultado al prescindir un futuro juntos.

Hoy, como noches anteriores, huyo en secreto de mi realidad junto a ti.
Escapamos a lo desconocido.
Disfrutamos de nuestra compañía y descubrimos que, aquel sueño nocturno,
no es más que nuestro destino.

miércoles, 19 de enero de 2011

La loca

Esta chica fue mi enamorada hace algunos meses atrás. El pseudónimo de loca fue otorgado por mis amigos debido a las cosas que ella escribía por el Facebook y por su peculiar apariencia extravagante. Nunca esperé nada malo de ella, pero parece ser que me equivoqué.

La conocí hace 6 meses por casualidad y mediante mi prima. Yo fui muy descortés y juguetón al principio. Ella me decía para vernos en persona ya que sólo manteníamos conversaciones por Messenger pero yo siempre la paseaba y le decía que pronto nos veríamos, pero en realidad no tenía ganas de verla ni mucho menos de conocerla pese a que ella me caía súper bien. Cierto día logró convencerme.

La primera vez que salimos fuimos al cine. Yo fui acompañado de mi prima porque ambas se conocían. Después de aquella primera salida, me convencí de que no quería volver a ver a esa chica porque me pareció muy regalona y muy mandada, pues en esa primera salida que tuvimos la chica me abrazaba y me hacía cariñito en plena oscuridad del cine. Incluso cuando terminó la película ella quería llevarme a tomar unos tragos, es decir, quería embriagarse conmigo. Yo me opuse totalmente a su proposición y preferí dejar todo ahí. Tuve miedo, es verdad. Y se lo confesé a mi prima cuando volvimos a casa. Es más, le dije que no volvería a ver a su amiga porque no me gustaba su forma de comportarse. Mi prima me apoyó y me dijo que su amiga no me convenía porque era muy obsesionada con los chicos y que no los deja en paz.

A las semanas siguientes volví a salir con esa chica. A las pocas semanas de conocernos ella me propuso ser enamorados. Yo no estaba seguro de comprometerme. Ciertamente no sentía nada por ella y tampoco esperaba sentir algo en el futuro, sin embargo algo dentro de mí me decía que lo intente, que quizá valga la pena intentarlo. Yo ya había sufrido mucho por amor y presentía que esa chica podría hacerme feliz. Así que lo intenté y, por propuesta mía, fui su enamorado.

Durante nuestra relación todo iba bien y llegué a sentir un cariño especial por ella pero desgraciadamente ese cariño no era suficiente. Yo le conté cosas muy personales, le confesé secretos que en realidad no eran secretos porque ya se lo había contado a algunas personas.

Ella me prometió que nunca revelaría nada y yo le creí. Todo iba bien hasta que ambos cometimos un grabe error: durante nuestro romance nombrábamos a nuestras ex´s parejas. Ella me decía que su ex enamorado le había hecho mucho daño, que incluso le había sido infiel y que ella prefería mantenerlo como amigo, porque como enamorado no tenía sentido. Sin embargo, él le insistía para volver y le decía que estaba arrepentido por todo lo que había pasado, pero ella no daba su brazo a torcer (a menos eso era lo que ella me contaba).

Yo a veces no le creía pero tampoco me disgustaba que tenga cierta comunicación con su ex, aunque muchas veces éstas sean en persona. Ella había sufrido mucho por él (eso era lo que ella me daba a entender) y no quería volver a sufrir. Siempre me daba excusas para no volver con él o para contarme anécdotas tristes y vacías. Yo, por el contrario, le decía que mi ex enamorada era una chica increíble, que era la mujer de quien más me había enamorado y que a pesar de estar distanciado de ella aún le guardaba cierto cariño muy especial. Nunca le escondí nada, y tampoco tenía por qué hacerlo, no tenía por qué ocultar mis sentimientos. Yo no me avergonzaba de ellos. Además yo quería recordar de ese modo a mi ex enamorada: con cariño y no con rencor, pues con ella fui muy feliz aunque también viví momentos que quisiera no volver a vivir jamás, pero de nada sirve agoviarme y llenarme el corazón de malos sentimientos.

Dos meses después, decidí terminar con el romance que tenía con "la loca". Le dije que era mejor no seguir porque yo no estaba enamorado. Ella me odió y me hizo sentir culpable de todo. Yo me puse triste y me sentí de lo peor. Me sentía una persona frívola y cruel por hacer sufrir a una chica que sólo se dedicó a darme amor mientras yo le pagaba con tristeza y dolor. Era injusto para ella haberse encontrado con un tipo tan miserable como yo. Sin embargo, a los pocos días de haber terminado conmigo, me enteré que volvió con su ex enamorado, con aquel tipo que la hizo sufrir y que ella me juraba que no volvería porque él no la merecía. A mí no me afectó en absoluto que haya vuelto con él e incluso me dio gusto la noticia. A los días ella se permitió bloquearme la entrada a su muro de Facebook, yo no le reclamé nada porque quizá a ella le daba vergüenza que yo me entere que había vuelto con el tipo que la hizo sufrir y que le había sido infiel en el pasado, lo que ella no sabía es que yo ya estaba enterado y no sentía ningún remordimiento sino mucha alegría.

Nunca perdí comunicación con ella, aunque cada vez nos comunicábamos menos. Las pocas veces que nos escribíamos por el Chat, ella me decía que sus papás preguntaban por mí y querían que vaya a visitarlos. A mí no me parecía oportuno verla de momento porque ella tenía enamorado, además no quería que pensase que yo la buscaba con la finalidad de volver a tener algo con ella, por eso me mantuve al margen por un tiempo, pero ella insistía en vernos e incluso quería ir a mi casa. Yo no veía apropiado que me buscase porque ella ya tenía enamorado. Es por eso que un día, sin previo aviso, yo fui a visitarla.

Cuando llegué a su casa saludé a su papá y él me recibió muy contento. Cuando ingresé me topé con su hija. Ella me saludó muy sorprendida y me invitó a pasar a su sala. Al entrar, vi a un chico en su sala, aquel tipo era su enamorado. Me quedé frío al verlo, no esperaba encontrármelo. Ella nos presentó y nos saludamos con un gesto distante y fugaz. Aquel día ese tipo me mandaba indirectas, yo me hacía el cojudo pero en el fondo entendía todo lo que me trataba de decir. Él me daba a entender que yo era gay. A mí sinceramente me daba igual. Me percaté también que el chico la trataba mal, de forma poco romántica y egoísta.

Al rato de haber llegado, la señora Amelia (mamá de ella) apareció en su sala y yo me alegré de verla y me acerqué para darle un besito y un abrazo cariñoso. La señora Amelia me miró enrarecida y sonrió diciendo: “Hola… ehmm ¿cómo es que te llamabas? Me pareció raro que no recuerde mi nombre. Por desgracia, ese día, me enteré de cosas que hubiera preferido no enterarme.

Ese día la señora me preguntó qué había sido de mi vida. Yo le dije que constantemente le mandaba saludos mediante su hija y le agradecí por preguntar a su hija por mí y querer que la visité. Ella me dijo que su hija nunca le hizo llegar mis saludos y, por lo tanto, si la señora no recibía mis saludos y no recordaba ni mi nombre, era evidente que tampoco le decía a su hija que yo vaya a visitarlas. Muy por el contrario, me pareció que todo era un invento de su hija para querer verme.

Aquel día me fui muy humillado de aquella casa porque me sentí utilizado y manipulado por los caprichos de una chica, y lo que más pena me dio fue haber sido engañado por una loca. Una vez más fui un imbécil manipulado por una mujer.

Por último, esta misma chica, le ha dicho a ciertas personas que yo soy gay y ha revelado ciertas cosas que yo le confesé en secreto. Sospecho que ha usado esa misma artimaña ridícula, y de lo más bajo, para volver con su ex chico. Seguro le ha dicho que yo soy un maricón para que vuelvan a estar juntos. Ahora entiendo las indirectas de su chico cuando lo conocí. Yo no sé que carajo le importa si soy gay o no, que se dediqué a su vida y que sea feliz con el chico que la hizo infeliz. Que me deje en paz y que haga con su vida lo que quiera.

Ahora siento lástima y pena por creer en ella y por confiarle ciertas cosas. Es más, aquella confesión que le hice se trataba de que un chico que estudiaba conmigo era gay y que quería conmigo. Y también que ese chico no era nada feo. Además que una vez un amigo mío me dio un piquito cuando estábamos ebrios y que aquel mismo amigo dormía conmigo porque se quedaba a dormir en mi casa cada vez que salíamos a las fiestas. Ella siempre me malinterpretaba y pensaba lo peor. Ahora sinceramente le digo que se meta por el culo todas mis confesiones y que aprenda a ser mejor persona.

lunes, 17 de enero de 2011

El pendejito mujeriego

Una vez más me gané un conflicto innecesario. No entiendo por qué siempre termino siendo acusado sin sentido y atacado con términos ofensivos y envenenados. Soy el centro de los prejuicios y adquisidor de las canalladas, por lo visto.

Bueno, comencemos.

Hace un tiempo conocí a una chica. Ella no quiere que ponga su nombre en ninguno de mis escritos, aunque tampoco sabe que escribo sobre ella. Por este motivo la llamaremos Alexandra. Somos amigos hace unos meses. Llevamos una relación extraña. Somos amigos y nos llevamos muy bien pero nos gusta tratarnos mal.
Hace un tiempo se ha venido desarrollando una serie de malos entendidos entre nosotros. Algunos amigos y amigas de ella piensan que Alexandra y yo tenemos algo, pero en realidad no tenemos nada, sólo la pasamos bien, nos reímos juntos, nos contamos ciertas cosas que nos pasan y tratamos de ayudarnos en lo que podamos, aunque permanezcamos siempre lejos y todo sea a través del chat.

Hace 6 meses, en julio del año pasado, estuve con su amiga. Tuve un romance algo accidentado al principio e insidioso al final. Debido a ello algunos amigos suyos (en especial uno que dice llamarse Iván) me tilda de ser un “pendejito mujeriego” que sólo intenta jugar con ella (con Alexandra), que soy una mala persona porque estuve con su amiga sin estar enamorado de ella (no sé si Iván sepa pero, la chica con la que estuve tampoco se enamoró de mí, además ella fue la que insistió para ser enamorados sabiendo que: lo que yo sentía no era amor. Lo que sí debo aclarar es que a pesar de no estar enamorado de aquella chica sí la quise demasiado e intenté hacerla feliz pero mis intentos siempre fracasaban y al final tomé la decisión de terminar con nuestra falsa relación porque no tenía sentido estar con alguien sin estar enamorado. Además, para variar, esa chica consiguió otro enamorado a los pocos días de haber terminar conmigo). Ahora me pregunto: ¿por qué tendría que otorgárseme ese término tan cruel y excesivo de “pendejito mujeriego”?
Para empezar, yo no tengo nada con Alexandra, así que no podría ser dueño de aquella ofensa cobarde, y si lo tuviera tampoco lo sería.

Haber, aclaremos algo: quizá Iván sí tenga razón y sí soy pendejito, pero del modo formal y correcto, como lo dice la Real Academia Española. Ahí sí me declararía un total pendejo, uno de los mejores y más aventajados, y es que pendejo no es más que los vellos púbicos. Pero si se refiere al significado vulgar y chabacano al que seguramente está acostumbrado, se equivoca. Y referido a ser mujeriego… puede que también tenga razón. Uno no tiene la culpa de encontrar chicas lindas por la calle ni de ser tan vulnerable a sus encantos, pero debo aclararle que cuando uno se enamora no hace falta ver a nadie más pues sólo una persona es la que puede hacerte feliz, y eso él lo debe saber si alguna vez se ha enamorado. Los ojos podrán ver a millones de mujeres por el mundo, pero el corazón sólo late por una.

Explicado esto, no sé por qué Iván se exaspera y se enardece y se enfurece y me llama de tal modo si ni siquiera me conoce. No digo que yo sea un angelito pero no creo merecer tal ofensa desleal y canallesca. Iván está empeñado en que yo voy hacer daño a Alexandra, que soy un descorazonado que sólo se burla de las mujeres y que soy de lo peor. Lo que Iván no sabe es que día a día me burlo de Alexandra y ella de mí. Nos lanzamos burlas sin maldad. Ambos nos fastidiamos por el Chat y disfrutamos de nuestras jodas y de nuestras tonterías inofensivas. A menudo nuestras bromas son inocentes y divertidas. Ninguno de los dos nos hacemos daño, aunque tampoco tenemos razones para hacerlo. Por lo tanto, no entiendo de dónde saca Iván la idea de que yo voy hacerle daño a Alexandra si ni siquiera se me ha pasado por la cabeza hacerlo. Yo no quiero lastimar a nadie ni tengo la intención de dañar a nadie ni de burlarme ni de herir a nadie. Todo lo contrario, siempre deseo tener menos problemas y evitar malos entendidos y peleas con el resto. Yo no pienso quitarle a su amiga ni tampoco quiero tenerle bronca a él por ser prejuicioso conmigo. Quiero creer que todo esto no es más que un malentendido fugaz que no tendrá mayor repercusión en el futuro.
En realidad no me siento ofendido de ningún modo. No creo ser capaz de ser como Iván me describe o como él se imagina que soy. Soy a penas un chiquillo que intenta conocer nuevas personas y entre ellas está su amiga (Alexandra), no es mi culpa que tengamos los mismos gustos para las amistades.

Imagino que aquel chico (Iván) debe sentir algo más fuerte que una simple amistad por nuestra amiga Alexandra. No lo culpo. Ella no es nada fea. Pero me parece poco honorable que use ciertas artimañas para atacarme y ponerme en hacke y dejarme de lado. Yo no intento robarle nada, es más, nunca le he hablado a Alexandra de amor ni he intentado buscar tener algo más allá que su amistad. Además ¿si me gustase qué? No tiene nada de malo enamorarme de ella. Uno no decide en el corazón ni en los sentimientos, simplemente las cosas se dan y punto. Así que tampoco hay tanto problema, se lo aseguro.

Una vez leí que: “el amor es una cosa maravillosa que saca lo peor de uno”. Quizá el mejor ejemplo de aquella frase tenga fundamentos en lo que está pasando con este muchacho. Yo no pienso competir con nadie ni pienso jugar de modo cruel ni ofensivo sólo por ganarme el cariño de una persona. El cariño no es un premio que se recibe tras un combate o una riña, sino que se gana a base de buen trato, comprensión y solidaridad. Yo no creo ser una persona mala, pero si lo fuera, lo último que haría es rebajarme a jugar del mismo modo que el enemigo. Y como él no es mi enemigo, porque ni siquiera lo conozco ni mucho menos sé si es mala persona, no tengo por qué guardarle rencor por algunos comentarios desafortunados que dijo en contra de mí.

Por ahora el único concepto que me llevo de él es que tiene un carácter rígido, características de una persona severa y poco flexible cuando se siente amenazado. Pero que se entere: yo no soy una amenaza. Si él lo cree así, entonces que me disculpe porque no es mi intención serlo.

Lo último que quiero agregar antes de terminar este post es que: me parece genial que se preocupe por Alexandra y que cuide de ella. Es muy admirable de su parte intentar buscar lo mejor para su amiga (que si por él fuera, serían más que amigos - y no lo culpo, sino que lo felicito por tener buen gusto- ). Espero que siga siendo tan sobreprotector y cariñoso con ella, pues ella se lo merece.
Mientras tanto seguiré siendo amigo de Alexandra, de nuestra amiga Alexandra para ser menos egoísta. Ella es genial y no se merece que dos chicos se peleen por malos entendidos. Es mejor preservar una amistad que perderla por banalidades.

jueves, 13 de enero de 2011

Los piratas

Mis amigos no serán los mejores del mundo pero lo compensan con sus ocurrencias. Siempre me hacen olvidar de mis problemas, y a veces me ayudan a solucionarlo. Me divierte planear alguna salida con ellos porque sé que todo terminará en aburrimiento y lamentos vanos. Por lo general siempre nos aburrimos cuando salimos a fiestas, pero aún así me gusta salir con ellos porque nos las ingeniamos para burlarnos de nuestros fracasos. Son increíbles. No los cambiaría por nada.

Daniel:
Somos 4. Todos nos conocimos en el colegio. Al principio nos llevábamos mal. Uno de ellos, el más cachetón y más viejo y, quizá, el más divertido y gracioso, fue mi amigo de casualidad. Todo comenzó en 3er año de secundaria, cuando todos los alumnos fuimos cambiados de salón por una decisión extraña del director. “Kiko”, como era conocido en aquel entonces, fue cambiado a mi salón. Los primeros días de clase él se sentaba solito al fondo y no hablaba con nadie. Su nombre verdadero era Daniel Pet. Semanas después de haber empezado el año escolar, Daniel ya tenía amigos e incluso era muy querido en mi salón. Empezó a caerle bien a todos mis compañeros gracias a su simpatía y buen humor. Yo no me atrevía a hablarle. Yo permanecía distante y poco me interesaba lo que él hacía con su vida. Un día, en el recreo, él se me acercó y me dijo que una chica quería conmigo, que yo le gustaba a esa chica. Yo le dije que ya tenía enamorada, pero se lo dije de forma cortante. Los días siguientes él seguía con lo mismo, se me acercaba y me hablaba de la chica. Incluso me recomendó que agarre con ella, que le dé un besito y después la dejase. Yo me rehusaba pero él insistía. Tiempo después me confesó que la chica le gustaba, que él estaba enamorado de ella y que simplemente me ayudaba porque ella se lo había pedido de favor. Él se tragó su cariño por la chica y quiso que ella sea feliz, y se enamoró de tal manera que no le importaba que la chica sea feliz con otra persona, él sólo quería lo mejor para ella. Lo que él no sabía cuando me hizo esa confesión es que yo me estaba enamorando de la chica, pero preferí dejarlo ahí y pasar del tema porque había ganado un amigo para toda la vida y no tenía sentido pelearnos por una chica.

Al finalizar el año escolar, me besé con aquella chica y terminamos por ser novios. Duramos apenas dos semanas. Daniel se había enamorado de otra niña y ya no había rencores. Nunca supe cómo aquel muchachito cachetón, inquieto, irreverente, miedoso, tonto, romántico y estafador, se había convertido en mi mejor amigo, pero aún así, agradezco mucho haberlo conocido y por ser un amigo genial e incondicional, a pesar de querer robarme mi cámara fotográfica y querer ver pornografía en mi computadora cuando llegamos ebrios después de alguna fiesta sabática.

Víctor:
A este otro amigo lo conocí de forma accidentada en 4to de secundaria. Él era nuevo en mi salón. Había repetido 1 año. Yo no tenía ganas de ser su amigo. Me bastaba con los que tenía. Siempre fui así: poco social y reservado. Un día, en hora de clase, él estaba fastidiando a todos mis compañeros tirándoles papelitos con una liga que lo usaba como resortera. En una ocasión, uno de esos papelitos casi me cae en el rostro. Yo volteé y lo miré con severidad, dándole a entender que tenga cuidado con su jueguito de niño malo y rebelde. Al rato, uno de sus papelitos me cayó en la mejía y lo enrojeció. Yo me sobé y volví a mirarlo, pero estaba vez ya no era una advertencia, sino le miré desafiante y vengativo.

A la salida, cogí mi mochila y fui a buscarlo al balcón del colegio pero no lo encontré. El muy marica se había corrido. Fui a buscarlo al paradero porque yo no pensaba dejar pasar su payasada. Al verlo en el paradero, me saqué la mochila y se la di a Daniel, quien en ese entonces ya era mi amigo y andábamos juntos a todas partes. Me acerqué a Antonio Camarita Munaylla, el intrépido chico que había osado joderme en clase.

Cuando me acerqué le empujé y empezamos a pelearnos en la calle, pero inmediatamente nuestros amigos se metieron y nos separaron.

Dos días después nos volvimos a ver, él estaba con su enamorada y yo estaba solo. Al vernos él se me acercó para disculparse pero yo no acepté sus disculpas. Me hice el orgulloso y quería tomar venganza. Él se llenó de valor y me dijo: “si quieres pegarme, pégame, de repente así te tranquilizas”. Yo lo miré con odio porque me reventaba que se haga el buenito delante de su enamorada cuando dos días antes, el pendejito ése, me había volteado la cara enrojeciéndola con su liguita asesina, yo no soporté más y le tiré un puñete en la cara en plena vía pública. En eso, de milagro, apareció mi mamá y nos separó (nunca supe cómo apareció mi mamá en ese preciso lugar y en el momento perfecto, fue como enviada por Dios para calmar mi enojo y evitar que me pelee).

Al día siguiente, Antonio y yo fuimos a la dirección porque ya todo el colegio se había enterado de nuestra pelea. Ambos firmamos un acuerdo hecho por el director en el cual nos comprometíamos a llevarnos bien sino seríamos suspendidos temporalmente del colegio. A mí me daba igual llevarme bien con ese tipo, mientras no me joda, todo estaría tranquilo. Semanas después hubo una fiesta cerca de mi casa de una amiga que él y yo conocíamos, y entre copas nos hicimos amigos y dejamos todo rencor de lado. Desde ese momento Victor Camarita Munaylla, ha sido uno de mis mejores amigos y ha sido cómplice de mil aventuras y de seguro lo seguirá siendo por mucho tiempo…

Leo:
Él es el más pastrulo de los 4, el más intoxicado y, quizá, el que mejor disfruta del sexo. Él estudió en primaria en mi colegio, luego fue cambiado pero volvió en la secundaria. Cuando volvió en 4to de secundaria, fue ubicado en mi salón. Él se sentaba al fondo. Tenía un aire intelectual y algo nerd por el gruesor de sus lentes y el peinado raya al medio que tenía. Era callado y parecía no importarle el resto. Aquel chico se llamaba Leo Rohn Bejarano, aunque él se llamaba así mismo “The killer”. Su pseudónimo no tenía nada que ver con su apariencia física.

A pesar que no nos hablábamos, siempre nos juntábamos en el recreo para jugar partido. Un día, en uno de esos partidos bruscos y con roces agresivos, yo tenía la pelota en mis pies y amenazaba al arco rival con anotar un gol. De pronto, cuando estuve a punto de disparar, después de haberme llevado a dos compañeros, me acomodo para patear y hacer el gol, y Leo, conocido como The killer, el asesino de lentes gruesos y raya al medio, me robó el balón con una barrida brusca y exagerada. Aquella entrada ruda me había tumbado al piso e hizo que cayera de brazo, rompiéndome unos tendones del brazo derecho. Permanecí unos minutos en el piso.

Todos mis amigos pararon el juego y me decían que me pare, pensado, quizá, que yo estaba fingiendo pero en realidad me había lastimado. No podía mover el brazo porque me dolía demasiado. Mi amigo Daniel fue a reclamarle a Leo por aquella entrada descabellada. Mis amigas me auxiliaron rápidamente. Luego se acercó la bibliotecaria del colegio para ayudarme. Al ver mi estado, llamó inmediatamente a una ambulancia. Durante una semana las chicas de mi salón no le hablaban a Leo “the killer” por lo que me había hecho. Todos le hacían la ley del hielo como castigo a su brusquedad. Permanecí 15 días con yeso. Daniel me iba a visitar a mi casa e íbamos a jugar Play Station pese a tener el brazo lastimado. Cuando volví al colegio, Leo me pidió disculpas y yo las acepté sin rencor. Todo acto de rudeza había quedado en la cancha y no había nada que reclamar.


Hoy en día los 4 somos grandes amigos y, pese a haber terminado hace poco más de 3 años el colegio, aún seguimos viéndonos y seguimos siendo los mismos imbéciles de siempre. Somos los únicos de la promoción que nunca falta cuando hay algún reencuentro o alguna salida a alguna fiesta. Espero seguir contando con ellos y que ellos cuenten conmigo. No los quisiera perder por más diferencias que tengamos y por los mil errores y tonterías que solemos cometer a diario. Siempre nos jodemos horrible, pero en el fondo sabemos que ninguno quiere el mal para el otro. Ellos saben mil secretos míos y yo sé millones de secretos suyos. Ellos son mis mejores amigos, y espero que lo sean para toda la vida…