sábado, 27 de noviembre de 2010

¡Qué huevada el amor!

Ciertamente me despreocupa mucho estar enamorado. Admito que a veces me muero por tener a alguien cerca, poder engreírla e intentar enamorarla, pero se me hace tan difícil tener una chica al lado. Después de Sandrita, mi ex enamorada, nadie ha vuelto a interesarme tanto. Tuve una enamorada hace unos meses, pero ni ella ni yo nos enamoramos. Estuvimos por razones desconocidas, quizá por eso duramos tan poco.

Ahora me importa un carajo enamorarme. Así estoy bien.

Mis amigos, los que siempre me jodían porque yo era el único que tenía chica (y vaya que la tuve, porque con ella, con Sandrita, duré casi 4 años), son ahora ellos los comprometidos y los que organizan sus salidas y los que van de la mano con su chica por la calle demostrando su amor, riendo por cualquier cosa y suspirando por alguna palabra bonita que les surja del corazón en un momento romántico.

Durante todo el año, no he tenido sino más que simples ilusiones fugaces con chicas, no he podido enamorar a nadie ¿o quizá nadie se enamoró de mí? El hecho es que hace tiempo no tengo ese latidito palpitante en el pecho ni he soñado despierto pensado en alguien. No he vuelto a suspirar ni a tener la mirada brillante mientras le confeso mi amor a una mujer. He olvidado lo que se siente cuando alguien te dice que te extraña, que le haces falta, que necesita verte para estar mejor. Ya no recuerdo el sabor de los besos ni la contextura de los labios. Tampoco recuerdo lo que se siente al recibir un abrazo cariñoso de una persona especial. He olvidado las cosas básicas del amor. Es más, ya ni recuerdo cómo era el amor.

El año se termina y me da vergüenza asistir a la fiesta de mi amigo, pues celebrará su cumpleaños en su casa y sólo ha invitado a dos amigos más y a mí. Todos tienen enamorada y están haciendo planes para ese día. Todos irán acompañados. Yo iré solo. Iré a humillarme. Iré para verlos en pareja y encontrar en uno de ellos el amor que me fue arrebatado del corazón hace casi un año. No creo ser un dependiente afectivo, pero al menos me gustaría volver a enamorarme, aunque por ahora sólo piense que el amor es una huevada.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Care'vellopubico

Me ausento un día y dejo de entrar al Messenger y al Facebook y me pierdo de muchas cosas interesantes. Por qué en mi ausencia pasan cosas entretenidas, y por qué cuando estoy conectado todo es aburrido, monótono y hasta miserable, pero ahora las cosas se invierten y todo parece ser mejor sin mí.

Es jueves, me conecto al Messenger muy temprano impaciente por ver si tengo algún mensaje. Tengo 5 mensajes. Entro a mi bandeja para ver de quiénes son. Ilusión frecuente y desalentadora: todos los mensajes son insignificantes. Pongo música e intento alegrar mi día. De pronto una amiga me saluda por Messenger y me dice que por qué no me conecté ayer (miércoles), me lo dice como reclamándome. Yo sonrió y le devuelvo el saludo y le digo para joderla un poquito: oye care’vellopubico, ayer no pude entrar porque mi compu estaba mal.

Ella se ríe por el apodo y me cuenta muy entusiasmada que ha creado un blog donde se publicará un post cada día por una persona diferente. Son 7 personas en total, cada una publicará un día, pues a cada una se le ha otorgado un día para publicar. Yo le digo que es paja su idea, que me gusta mucho. Ella me dice que pensaba ponerme a mí los sábados, es decir, yo publicaría todos los sábados, sin embargo, como no me conecté ayer, ella le dijo a otro amigo y me descartó de su lista del blogger que había creado.

Me sentí un poco humillado y ridiculizado por aquella confesión, pero en el fondo la entendía y pensaba: “si me hubieras puesto en el blog seguramente tendrías más seguidores”, riendo por mi exclusión. Ella me mandó el link del blog para verlo. Yo entré rápidamente y vi el diseño, que por cierto estaba bien elaborado. Me gustó mucho. Estuvimos hablando del blog y me contaba que empezarán a publicar desde el lunes. Ella inaugurará las publicaciones pues a ella le toca escribir los lunes. Luego me contó que el blog está conformado por blogger de distintas personalidades y sexualidades, entre ellos están: lesbianas, gays, estudiosos, monces , etc.

Después de estar hablando de su blog y de la temática que tendrá, me propuso un trato algo humillante pero divertido a la vez, me dijo: si quieres puedes escribir los feriados. Yo me reí a mares y pensé: seguro me dice eso porque le doy pena y porque no quiere abandonarme. Yo acepté y ella de inmediato puso mi imagen en el blog y me otorgó un espacio, ahora soy dueño de los días feriados, donde escribiré lo que se me venga en gana.

Ella dice que me caracterizo por escribir cosas divertidamente sexuales y calenturientas lleno de morbo (unos amigos también me dijeron que escribo así porque seguramente no tengo sexo. Yo callo y pienso: es verdad, no la veo, pero tampoco me interesa. Me divierto mucho escribiendo y con eso me basta). Es que siempre jugueteo al doble sentido e intento que las personas muestren ese lado que tanto pavor les da. A muchas personas le da miedo, vergüenza, frustración y hasta cólera, hablar de sexo.

A mí sinceramente no porque es normal, estoy orgulloso de mi valeroso compañero que tengo en la entrepierna, aunque sea chiquito (no sé que tan chiquito porque lo cojo con mis dos manos). Ahora ando feliz porque gracias a mi amiga Brenda Lucía, alías Brekis care’vellopubico he vuelto a escribir y ha publicar. Ciertamente pensaba publicar un poema pero aún no lo termino y no sé cuándo lo terminaré, solo espero que este fin de semana me dé tiempo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

La perra que se robó mi corazón

Llevo una semana con ella y sinceramente no esperaba tener su compañía. Fue todo muy rápido. Inesperado. Era inevitable no encontrarnos. Nuestro encuentro estaba destinado.

Iba caminado por la calle cuando de pronto ella se me acercó, estaba asustada, tenía la mirada triste y el rostro asustado, como si llevase una pena enorme en el alma. Yo seguí caminado e ignoré su tristeza, me hice el indiferente y sólo atiné a mirarla de reojo. Luego apresuré el paso.

Ella me seguía detrás, suplicándome en silencio que la ayude, que me apiade de ella y que la lleve conmigo. Caminamos algunas cuadras así: yo apurado y ella intentando encontrar en mí un poquito de ayuda. En el camino intenté perderla pero me fue imposible, mis intentos por botarla y alejarla fueron vanos, ella estaba dispuesta a seguirme a pesar de mi rechazo. La insulté y le dije de forma cruel y con la mirada llena de odio: ¡shht, fuera!, ¡largo!, ¡Vete! Pero ella me seguía a pesar de mis insultos. No quería irse. Estaba dispuesta a no separarse de mí.

Cuando llegué a mi casa, me di cuenta que me había olvidado la llave. Tuve que tocar. Mi hermano salió por la ventana y me dijo que ya bajaba, que le esperase. Me sentí incómodo esperándolo porque ella se mantenía a unos metros de mí y seguía con la misma mirada sufrida.

- ¿Y ese perro? – me preguntó mi hermano.
- No sé, me ha seguido desde la farmacia, creo que la han abandonado – le expliqué.
- Pobrecita – dijo mi hermano conmovido.
- Le voy hacer pasar, quizá quiere algo de comer. Mañana ya la boto. – Le dije a mi hermano con cierta mezquindad. El perro pasó, era negra y hembra y estaba flaquita, tenía rasgos de labrador, aunque fácil pudo haber sido cruzada con alguna raza callejera o chusca.

Como ya era tarde y las tiendas estaban cerradas, no podía comprarle galletitas para perros, así que no tuve más remedio que buscar en el refrigerador algo que le pueda gustar. Saqué unos trozos de pollo y puse agua a hervir en una olla. Luego busqué papa y un poco de fideos. Lo mezclé todo en el agua hirviente y preparé una especie de caldo algo extraño. Una vez mezclado lo probé para sentir el sabor y sabía asqueroso, le eché un poquito de sazonador y sal para darle gustito a mi experimento gastronómico, que yo, muy orgulloso, llamaba 'caldo de pollo'. Una vez listo esperé que se enfriara un poquito.

No sabía dónde servirle, llevaba casi 7 años sin mascota y no estaba preparado para tener uno. Cogí un taper viejo que nadie usaba, pensé que no me ganaría problemas si le daba de comer ahí.

Cuando le entregué el plato servido al perro, éste se desesperó por comer y empezó a devorarlo con ímpetu e impaciencia. Me dio pena ver cómo comía tan deprisa, me puse a pensar cuántos días habrá estado deambulado por la calle sin haber comido. Mis ojos se humedecieron y me dio rabia imaginar a la persona que la había abandonado. Esa noche el perrito durmió en mi casa, pasó una noche tranquila y con la pancita llena y quizá más calientita de los que solía pasar en la calle.

Al día siguiente fui a la casa de mi abuelita, que por suerte vive a unas cuantas casas de la mía, y le dije que me había encontrado un perrito en la calle pero no podía quedármelo porque en mi casa no había suficiente espacio. Ella me miró en silencio con una sabiduría que sólo los viejitos tienen, quizá intuyendo que yo le iba a proponer algo, y efectivamente, no se equivocaba:

- ¿Abuelita, crees que el perrito se pueda quedar en tu casa?
- ¿Es macho o hembra? – me respondió con una pregunta
- Jajaja no sé – le mentí. Sí sabía el sexo de la perrita pero por alguna razón se lo oculté.
- Ah ya… tráela para verla pues...
- Ya abuelita, voy a traerla entonces.

Fui corriendo a mi casa para bajar al perrito (que en realidad era perrita). Yo presentía que mi abuelita se lo iba a quedar, además hace menos de dos meses ella había perdido a su perrito porque se murió de una enfermedad extraña, el pobre no podía hacer sus necesidades, así que poco a poco su estomago fue hinchándose y acumulando todas sus heces hasta que no hubo más remedió que llevarlo al veterinario a que le pongan una inyección para provocarle una muerte inmediata.

Cuando volví a la casa de mi abuelita con la perrita, ella supo domarla y pudo voltearla ´para ver su órgano sexual.

- ¡Mira, mira, es hembra¡ - grité como loco, findiéndo sorpresa.
- Sí… ahora veo porque estaba en la calle – me dijo mi abuelita muy calmada.
- ¿Por qué dices eso abuelita?
- Es que a las perritas siempre las botan a la calle, si no la matan de chiquitas, muchas están destinadas a vivir en la calle.

Me dio mucha penar oír esas palabras de mi abuelita. Luego que me dijo eso no volví a preguntarle si quería quedarse con la perrita porque seguramente no la quería por su sexualidad. Así que me llevé a la perrita a mi casa y convencí a mi papá para que se quedara. Mi papá felizmente aceptó.

Ahora vivimos todos felices. A veces la perrita viene a mi cuarto y se echa en mi cama y me roba caricias. Yo siempre sedo a su mirada inocente y siempre la lleno de cariño, como si fuera parte de mi familia. Muchas veces intento engreírla, y aunque ella no entienda lo que le digo, yo sé que ella sabe que la quiero mucho, que soporto sus ladridos de madrugada porque mi cariño es más fuerte que mis ganas de dormir, y , sobre todo, que me desvivo por verla feliz así como yo lo soy con ella. Ella es muy tierna, aunque también muy juguetona. Cuando llegó de estudiar ella me recibe muy enérgica y se lanza encima de mí y ladra eufórica, como disfrutando de que yo haya llegado y presumiendo, quizá, que ella es la perrita más querida del mundo.

martes, 2 de noviembre de 2010

Se me dobló hacia la izquierda

Era sábado por la noche y había quedado con mis amigos en ir a una quinceañera. Aquel día nos vestimos con saco y corbata. Cuando llegamos a la fiesta a uno de mis amigos se le ocurrió ir a una discoteca porque el ambiente estaba muy aburrido.

A mí sinceramente me disgustó la idea porque detesto las discotecas y porque las veces que salía con ellos siempre la pasamos tomando y cantando como locos. Por desgracia ese día me convencieron y tuve que aceptar resignado y con cierto desgano.

En la discoteca me sentí ajeno, como desubicado, con ganas de estar en mi casa durmiendo o jugando en mi computadora.

Cuando fuimos a la barra por unos tragos, vimos un par de chicas riquísimas. Mis amigos me codearon y me dijeron: !Naranjo, miiiira! Trae a esas chicas para empatarnos (mi pseudónimo era Naranjo, yo solía ser la carnada y siempre tenía que ir por las chicas a hacerles el habla y luego llevarlas con ellos para estar todos en grupo).

Cuando me acerqué a las chicas, ellas se mostraron sonrientes, como aduladas de que yo me haya acercado a conversarles. Creo que les caí bien. Al rato me acompañaron donde mis amigos, quienes me veían haciendo el ridículo.

Las chicas nos preguntaron por qué estábamos con saco y corbata en una disco, nosotros les explicamos que no teníamos en mente ir a ese lugar, sino que inicialmente habíamos ido a una quinceañera pero como estábamos aburridos allá tuvimos que tomar la decisión de irnos y, pues, terminamos en una fiesta de verdad.

Mientras tomábamos cerveza y las chicas bailaban con mis amigos, una tipa se me acercó muy discretamente y me dijo: Hola, amiguito. Oye una consultita. Yo voltee a mirarla y con el tono de voz un poco alto debido a la fuerte música que sonaba, le dije: ¿si? dime. Ella señaló a un grupo de chicas y dijo: ¿ves a mis amigas de allá? Te quieren conocer, ¿podemos ir para presentártelas?Claro, le respondí entusiasmado. Mis amigos empezaron joderme y a vociferar con cierto aire burlón: ¡wuuuuh... bien, naranjo! .

La tipa me condujo hacia donde estaban sus amigas y me las presentó. Eran 4 tipas. Ninguna me llamaba la atención, eran todas muy limitadas de belleza. Yo fingí amabilidad y puse cara de niño educado. Ellas secreteaban entre sí y reían tímidamente mientras me miraban, como susurrándose un chisme. Yo me sentía incómodo y sabía que hablaban de mí, y, probablemente, de lo guapo que me veía con saco y corbata.

En un acto de cobardía, intenté huir de esas tipas carroñeras, pero ellas, mujeres, siempre listas, se dieron cuenta de que yo pretendía escapar de sus garras y me comprometieron a bailar, yo me opuse pero ellas insistieron. Al final tuve que aceptar porque intuí que si las rechazaba, ellas, en un acto de venganza, me calatearían y me violarían con descaro en ese lugar. Para no pasar tal ridiculez, acepté bailar. La chica que se ofreció a bailar conmigo, era probablemente la más interesada en mí, pues me sonreía exageradamente y me miraba como diciendo: ¡ahora no te me escapas, papito! en su gesto se veía unas ganas incontrolables por sentirme cerca suyo, como si yo fuese un rico postre que está a punto de ser devorado.

La música que bailamos fue una salsa, un género que me gusta pero que, sin embargo, no sé bailarlo bien (en realidad no sé bailar nada). La chica me cogía la mano con delicadeza y yo poco a poco entraba en confianza y perdía el miedo. Mis amigos observaban todo desde lejos y yo veía cómo se burlaban de mí y de mi baile torpe y vergonzoso.

El baile duró demasiado, se hizo eterno. La chica se me acercaba excesivamente y me hacía sentir sus senos redonditos que estaban amoldados a su sostén blanco que yo podía ver con cierto descaro. Aquellas tetas era como dos esferas suaves que se hundían como esponja cuando tocaban mi cuerpo. Me gustaba sentir su pecho y ella lo sabía, por eso se entregaba de manera absoluta.

Cuando terminó la canción, ella quiso que sigamos bailando, pero el género ahora era otro, era reggaetón; a mí me daba pavor y mucha vergüenza bailarlo, pero ella me dijo que sigamos, que no sea malito, que era la última y luego descansábamos.

Yo no le respondí pero como seguí en la pista de baile, ella lo interpretó como una aceptación silenciosa, así que empezó a moverse con suavidad, de manera muy erótica. Yo me reía y, para malograrle el baile, empecé a moverme con cierta apatía, muy desganado. Ella se volteó con sensualidad y presionó su trasero con mi pajarito y empezó a agitarse con sutileza. Al principio me fue incómodo, pero luego me sofoqué y me calenté y pensé: si así se mueve cuando baila, cómo será cuando haga el amor.

Riéndome le seguí el jueguito y empecé a moverme a su ritmo. Era como tener sexo en público y con ropa. El baile era demasiado atrevido. Yo no estaba acostumbrado a ese tipo de acercamiento; apenas tenía dieciséis años y ya sentía el cuerpo de una mujer moverse delante de mí.

Cada vez que ella aceleraba su ritmo, yo me agitaba, me sacudía con ímpetu para no defraudar a la chica. De pronto ocurrió algo inesperado, quizá fue por la vibración de nuestros cuerpos o por la excitación que la chica provocó en mí o por la forma deliciosa como se movía: mi muchachito se me paró, se puso tieso. La chica se dio cuenta y empezó a friccionar más su cuerpo con el mío, su falda era demasiado delgada y quizá eso le excitaba, pues sentía mi pene erecto agitándose detrás suyo.

Sus movimientos frenéticos generaron un incidente, y es que mi vultito de la entrepierna se inclinó hacia un lado, se dobló con severidad hacia la izquierda. Fue un poco tediosa esa desviación porque el pellejito que cubre la cabecita de mi pene se abrió y empezó a provocarme un ardor terrible. Inmediatamente perdí la erección y mi órgano sexual perdió rigidez y se ocultó como una oruguita tímida.

La canción por suerte terminó y la chica me dijo: ¡qué rico bailas! Yo me sentí halagado y un poco accidentado por el ardor en la entrepierna. Ella me llevó de la mano donde su grupito de amigas y yo le dije que iría al baño. Ella y sus amigas soltaron una risotada, pensado seguramente que yo iría al baño para masturbarme por la excitación del baile, pero en realidad era para acomodarme mi pipilin que se me había accidentado en aquel baile ardiente a la que la chica me había sometido.

Después de ir al baño volví donde mis amigos, ellos se rieron por mi hazaña y se burlaron de mis pasos torpes e incoherentes y de mi meneo estrepitoso en la pista de baile. Me sentí un tonto de lo peor. Así que les dije a mis amigos que iría a comprar más cigarros, pero nunca más volví. Me fui a mi casa solo y muy avergonzado y triste porque estaba convencido de que era un completo imbécil.