domingo, 1 de mayo de 2011

El feliz que vive de sus recuerdos infelices

Llevo muchos días sin escribir. Ya he perdido el interés por escribir. He perdido el interés a muchas cosas. Ahora sólo lo hago por compromiso a cumplir con alguna tarea. Me cansé de escribir y sentir que mendigo atención entre los amigos y/o seguidores que pueda tener. Ciertamente nunca me gustaron las redes sociales, pero una vez que creé mi Blog, tuve que usar más seguido el Facebook. Era la única manera de que las personas cercanas a mí puedan leerme, pues puse un enlace donde cada vez que publicase algo en mi Blog, también se publicara automáticamente en el Facebook. Al principio tuvo éxito. Recibía comentarios por cada escrito, tanto en el Blog como en el Facebook. Tuve que incorporarme rápidamente a la vida de las Redes Sociales y dedicarle más tiempo. Ahora ya no tengo interés en contar nada. No tengo ideas. No quiero escribir. Es más, siento que escribo mal.

Mi problema quizá se resume en una frase hecha por el polaco Ryszard Kapuscinski, un periodista, escritor, ensayista y poeta que afirma: “la mayoría se preocupa más en cómo escribir y muy poco en qué leer”. Dicho de otro modo, la lectura influye mucho en el desarrollo de los escritos. Una lectura te genera ideas, creatividad, ingenio y te da cierto punto de vista sobre distintos temas; sin embargo, llevo mucho tiempo sin tener una lectura que me apasione. El último buen libro que leí fue María, del escritor colombiano Jorge Isaac, una historia de amor imposible de consumarse, y que sólo la muerte termina siendo el nexo para que las personas que se oponen a esa relación, se den cuenta que el sentimiento de los jóvenes fue real y que, sin embargo, les fue negado.

Ha pasado muchas semanas desde que terminé de leer aquel libro. Después no he tenido la suerte de encontrar buenos libros, o quizá no me he interesado lo suficiente en buscarlos. He estado leyendo algunos blog’s y algunas columnas pero no me ha servido de mucho. Siento que pierdo el interés en algo que tanto me gusta: escribir. A veces dejo todo al azar y descuido lo que más aprecio. No soy un conformista, pero me comporto como tal. Los recuerdos a veces influyen en mi estado de ánimo, y cuando estoy a punto de escribir algo, logran desviarme de mi propósito y no escribo nada. Me pierdo en mí mismo y prefiero echarme a pensar. He llegado a la conclusión de que pierdo el tiempo sentado frente al monitor intentando escribir algo que quizá a nadie le importe.

Nunca me ha gustado contar lo que me pasa porque siento que las personas de mi edad son poco comprensibles (muy impulsivas en realidad). En el peor de los casos terminan sugiriendo consejos evidentes y de poca ayuda. Por eso sólo me limito a escribir: porque de alguna manera me relaja y siento que despojo los malos sentimientos.

Ahora todo me es esquivo y carezco de interés por escribir algo relevante o tan siquiera esperanzador o emotivo. Ya ni los buenos sentimientos me generan el motivo suficiente para escribir. Quiero pensar que estoy pasando por un mal momento que pronto se diluirá, aunque a veces pienso que mi respuesta la puedo hallar en el pasado, pero no quiero volver a esos años por más felices que hayan sido. Años en que viví en sumos extremos y no sabía diferenciar entre la felicidad y la tristeza. El amor y el desamor me sometían a su interés y yo no sabía diferenciarlos. No volvería porque toda la felicidad que viví un día, ahora me persigue en recuerdos que alteran mi presente, entre ellos el motivo por el cual he dejado de escribir. Mi mayor felicidad, es ahora una enfermedad constante que me consume a diario sin encontrarle una cura. Soy una persona feliz que vive en sus recuerdos infelices, aunque en un lejano día no lo fueron.

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