domingo, 26 de diciembre de 2010

2010 gracias por nada

Como última post del año escribiré acerca de todo lo que me pasó durante estos doce meses.

Enero: Comencé mal el año. Terminé con la chica que hasta ese entonces era la persona más especial de mi vida, de quien más me había enamorado. Duramos poco menos de 4 años. Éramos muy felices. Nunca supimos cómo se terminó nuestra relación, lo cierto es que decidimos separarnos por un acuerdo mutuo.

Febrero: Una vez más pasé 14 de febrero solo y aburrido, resignándome a mirar a otras parejas felices en el mes del amor. Tengo la mala suerte de nunca haber pasado un 14 de febrero junto a una enamorada. No sé si es mala suerte pero nunca la paso bien en esa fecha.

Marzo: Mis amigos empezaron a salir a discotecas y yo no los acompañaba. No me apetecía salir a ninguna parte. Prefería desperdiciar mis fines de semana escribiendo como un loco enérgico sumergido en sus pensamientos surrealistas y volverlas realidad. Además, sumado a ello, salía a caminar en las tardes por el parque.

Abril: Mis amigos me sorprendieron un fin de semana y me prepararon una fiesta sorpresa en mi casa. La fiesta fue genial, el 70% de los chic@s que fueron a mi fiesta tuvieron sexo, menos yo. Todos se embriagaron y me dejaron solito en mi sala mientras ell@s tenían sexo ardiente y desenfrenado. Dos días después (el día central de mi cumpleaños), mi ex enamorada fue a visitarme mi casa para saludarme. Luego de vernos aquel día, volvimos. Volvimos a ser enamorados. Ella quedó en llamarme para volver a vernos, sin embargo no lo hizo hasta 2 meses después, cuando me enteré que ella ya andaba con otro chico.

Mayo: Llamé a mi ex enamorada por teléfono y la saludé por su cumpleaños, a lo que ella respondió: mi cumpleaños es dentro de 2 días. Me sentí un completo imbécil al oír eso. Había confundido nuestro supuesto aniversario con su cumpleaños. Nosotros cumplíamos 4 años de novios el 9 de mayo, día en que la saludé confundiéndome con su cumpleaños, cuando en realidad ella cumplía años el 11 de mayo.

Junio: Me enteré que mi ex enamorada tenía enamorado. Era un tipo de pésima reputación y mal visto por todos mis amigos, quienes, a su vez, también eran amigos de mi ex chica y de su nuevo enamorado. A mí me daba igual la reputación que ese chico tenía, sólo esperaba que no le haga daño a Sandrita porque no me gustaría verla con el corazón destrozado. No se lo merece.

Julio: Le dije a mi profesora de Fotografía que era una vaga de mierda porque no quiso revisarme mi examen final cuando ella dijo que el examen sería asesorado. Días después, esa conducta rebelde y caprichosa me costaría mi nota final porque la hijaputa me jaló en Evaluación Permanente con 11 (la nota mínima para aprobar en Isil es de 13). También, ese mismo mes, fue el cumpleaños de mi mejor amigo.

Agosto: Conocí a una chica rara, rarísima. Se llamaba Rozalyn. Era una tipa con el cabello desordenado y abultado. Desde la 1ra vez que nos vimos quiso abuzar de mí. Era muy mandada. Yo intentaba desenmascararla pero no lo lograba. Incluso recuerdo que ese primer día que nos vimos ella quería embriagarme. Los días siguientes me propuso ser su enamorado. Yo me hacía el desentendido e intentaba evadir su pregunta, pero ella insistía y tuve que ceder a su obstinación.

Septiembre: Mi nueva enamorada me hacía detalles sumamente sorprendentes. Sin embargo, mi ex enamorada reapareció en mi vida. Me llamaba por teléfono y me decía para encontrarnos. Yo nunca acepté su propuesta. Fui un tarado porque meses después me arrepentí de no salir con ella nuevamente. En ese entonces, no me decidí por verla porque sabía que si lo hacía me jugaba mucho. No quería hacerme daño ni hacer daño a terceras personas.

Octubre: Terminé con mi enamorada. Le dije que no estaba enamorada de ella. Para eso, ella me había confesado semanas antes que su cariño hacia mí estaba en duda. A mí ciertamente me daba igual, no me sentía enamorado de ella y era mejor terminar con nuestra falsa relación. Al final me decepcioné mucho de ella porque a la semana de terminar conmigo volvió con su ex chico, de quien me juraba que no volvería nunca porque él era un tipo que no la merecía. Incluso él le había sido infiel. Lo peor, y quizá más grave fue que ella le contó a él asuntos míos muy privados. No quise odiarla ni dejar de hablar con ella, quise saber, por el contrario, qué tan valiente era y quería saber si tenía el coraje de darme explicaciones, pero nunca lo hizo. Me demostró que era cobarde, tan igual a mí o incluso peor.

Noviembre: Me decidí a escribirle a una chica por Facebook, aquella chica me generaba mucho interés y quería conocerla desde hace un tiempo atrás. Por suerte la chica y yo tuvimos una buena comunicación y empezamos a conocernos por Facebook y días después por Messenger. Solíamos encontrarnos a altas horas de la noche en línea y nos contábamos (o mejor dicho, me contaba) lo que le pasaba con un chico. Nos referíamos al chico como “el mudito”, pseudónimo otorgado porque él la enamoraba a ella por Messenger y teléfono pero nunca hablaban personalmente. Él se intimidaba. Cuando se veían en la universidad ni se saludaban.
Le cogí cariño muy rápido a esta niña, incluso a veces peleábamos y nos decíamos insultos cariñosos para fastidiarnos. Como nos caíamos tan bien, decidimos encontrarnos un 13 de diciembre, un lunes, para variar. Según ella tenía la agenda recargada y sólo ese día tenía libre.

Diciembre: Conocí a la chica. Verla fue increíble. Creo que me llegó a gustar poquito. Quizá más que poquito. En realidad me gustó mucho. Nuestro primer encuentro fue accidentado y muy poco relevante. Fue normal y simple, pero yo la pasé genial. A la semana siguiente tuve que viajar a Chile y dejé de tener esos encuentros cibernéticos con ella por las noches y sólo nos comunicábamos por mensajes al Facebook.
Por último, y esto fue lo mejor del 2010, fue que: un día antes de viajar, vi a mi amiga teniendo relaciones sexuales con su chico. No sé si fue casual o adrede, pero el hecho es que observé cómo mi amigo hundía su sexo en el de mi amiga. Fue divertido.

Ya casi es navidad y yo estoy pegado a la lap top escribiendo como un adicto.

Espero que todos pasen una bonita navidad. Saludos.

martes, 14 de diciembre de 2010

Un lunes cualquiera, pero distinto a los demás

Hace poco más de un mes quedé en salir hoy, lunes 13 de diciembre, con una chica a la que no conocía, apenas nos escribíamos por Messenger.

Al principio todo comenzó como un juego, como si fuese un día distante y muy alejado de la realidad. Sinceramente pensé que no ocurriría. Pero el día llegó y aquí me tienen, escribiendo estas líneas para recordar lo vivido.

Quedamos en encontrarnos a las 5 de la tarde en Open Plaza, un centro comercial ubicado en el cruce de la avenida Angamos con Tomás Marsano, en el distrito de Surquillo. Quedamos en ir al cine, clásico en personas de nuestra edad. Ella de 17 y yo de 19. Aquél día llegué tarde a la cita. La busqué en el cine y no la encontré. La llamé a su celular para saber dónde estaba, tal vez se había desanimado de verme. Al contestar, oí por primera vez su voz. Me pareció una voz extraña, algo juguetona y pizpireta. Le pregunté dónde estaba, ella respondió que en el cine, esperándome, luego me hizo la misma pregunta y yo le dije que en mi casa (bromeando). Después me desmentí y le confesé que estaba muy cerca. En realidad, estaba en una esquina llamándola desde un teléfono público.

Me apresuré para darle el alcance. Cuando la vi desde lejos, ella me sonrío sin motivo, quizá pensando arrepentida: ¿él es Eduardo? Me acerqué intentando mostrar sobriedad, pero en el fondo me moría de nervios. Ella vestía un jean azul y una blusa blanca. Sandalias negras y una cartera pequeña. Su cabello era oscuro y tenía un peinado que le acentuaba bien. Era simpática, qué digo simpática, simpatiquísima, más de lo que había imaginado. Ella no mentía cuando me decía por Messenger que me quedaría impresionado al verla.

A su lado me sentí torpe, mal vestido y temeroso. Llevaba puesto un jean cualquiera, medio gastado, unas zapatillas blancas marca converse y un polo sencillito color turquesa. El cabello desordenado y mi cuerpo delgadísimo, carente de músculos. Solo me defendía mi actitud y mis ocurrencias.

No sé si fue parte de los nervios, pero me reía sin razón y decía cosas incoherentes por momentos. Ella lo notó, lo sospecho. Pero me era imposible estar tranquilo a su lado. No sabía cómo controlarme. Por suerte, ya desde la primera cita, me tuvo mucha paciencia.

Inicialmente, habíamos quedado en ver una película de terror, pero lamentablemente a esa hora no había más películas que Narnia, Harry Potter y Megamente. Optamos por esta última, ya que a ella no le gustaba ni Narnia ni Harry Potter; además, a mí tampoco me apetecía ver esas películas. Antes de entrar al cine compramos canchita y gaseosa. Cuando entramos a la sala, no había nadie. Estaba vacío. Sólo éramos ella y yo. A los pocos minutos entró un niño con su mamá, luego una pareja de enamorados y de a poco fue ingresando gente a la sala.

Mientras esperamos a que empezara la película, hablamos un poco de nosotros. Por momentos, ella se reía con mis bromas y sus ojos se ponían chinitos. Me gustaba sentirla feliz a mi lado. Yo la miraba constantemente, ella no tanto, quizá se sentía incomoda por mi mirada o quizá le importaba poco mirarme, o tal vez sí me miraba y solo disimulaba muy bien. No lo sé. Lo cierto es que todo iba yendo bien. Incluso, ya durante la película, ella empezó a hacer las típicas travesuras de cine: me arrojaba canchita para distraerme. Yo disfrutaba las licencias que se daba para fastidiarme y me enternecía lo niña que se ponía para llamar mi atención.

Cuando la película empezó a ponerse interesante, ambos permanecimos atentos, en silencio, hablando poco, casi nada. Por momentos nos decíamos cosas al oído y luego soltábamos carcajadas como dos niños divertidísimos por las ocurrencias de los protagonistas; aunque, a decir verdad, yo a veces me salía de la película y pensaba: ¿Después de ver esto se tendrá que ir? ¿Habrá tiempo para conocernos un poquito más? ¿Podré decirle que disfruto estar a su lado? Me cuestionaba inútilmente. No había razón para atormentarme con preguntas sin sentido, si se tenía que ir, pues bien, habría que entenderla. Y si se quedaba, enhorabuena. Lo cierto es que entendí que tenía que disfrutar el momento y dejar de lado lo que vendría después, sino arruinaría ese instante y yo no quería que eso pasara porque la estaba pasando genial.

Me percaté que su papá la llamaba a cada rato, dando muestras de preocupación e interés por lo que hacía su hija. Ciertamente, yo sería igual si fuese padre, cuidaría a mi hija sobre todas las cosas y me preocuparía por su bienestar.

Al terminar la película paseamos un rato por el centro comercial. Me contó acerca de su familia y yo de la mía. Por momentos escribía desde su celular diciéndole a su papá que se encontrarían en su casa, pero él insistía en pasar a recogerla. Así que no nos quedó más opción que despedirnos. No me dejó acompañarla porque había pedido permiso para salir con una amiga y no con un chico. Su papá la esperaría en la entrada principal del centro comercial, así que yo tuve que irme por una salida alterna.  

Más adelante, mientras caminaba por la calle feliz por la tarde que había tenido, ella apareció de pronto en una esquina con su papá y caminaban en dirección opuesta hacia donde yo iba. Quedé mirándola sorprendido y vi que ella sonreía. Le correspondí la sonrisa y nos cruzamos divertidísimos, como dos niñitos disfrutando de una travesura. Me sentí su cómplice en ese momento y muy feliz de haber compartido una tarde especial a su lado.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Las consecuencias de escribir...

Hace unos días acabo de comenzar a escribir para un blog grupal. Recién he tenido mi primera publicación y ya tengo problemas. No entiendo por qué las personas se afectan con lo que escribo si nunca pongo sus nombres. Creo que se avergüenzan de sus actos y tienen miedo de ser descubiertos en mis líneas. Lo que no comprenden esas personas es que cuando escribo intento crear historias, no contar la vida real tal cual. Cuando escribo me divido en dos personajes: el escritor y narrador. Soy simplemente un tipo que escribe lo que “alguien” le dice. Me someto a las reglas del narrador y redacto sus historias. Así que cualquier cosa, quéjense con el narrador, no con el escritor.

Son casi poco más del mediodía y recibo una llamada. Es una chica. Al principio no reconozco su voz, pero según va hablando la logro identificar. - Como ella no quiere que ponga su nombre en ningún escrito mío, la llamaremos Manuela Penélope Arriola de Pajares. - Me reclama energúmena por qué escribí lo que viví con ella, por qué lo hice público en el blog de mi amiga Brenda. Yo me río divertidísimo por su enojo y porque, a pesar de todo, me demuestra que lee lo que escribo, que es mi fiel lectora en silencio. Le explico que no le puse ningún nombre a la tipa que describo en el post que publiqué, que no tema, que sería incapaz de delatarla. Ella no me cree y se siente afectada. Furiosa. Me culpa, y sospecho por su voz, que tiene ganas de insultarme y decirme: maricón de mierda, deja de escribir sobre mí, ¿acaso no tienes vida? Además nunca me la metiste porque tu huevada se doblaba. - Para mi buena suerte, ella es muy benévola y no tiene el carácter suficiente para agredirme verbalmente. Todavía me quiere, aunque no me lo diga. Después de explicarle y pedirle disculpas por mi atrevimiento literario, ella se despide, entonces ya un poco más calmada. Cuando cuelga, me río a mares. Disfruto su enojo y levanto la música a todo volumen y disfruto ser escritor. Bailo con mi perrita y ella, cómplice, ladra y se tira encima de mí, como disfrutando mi alegría.

Al rato, entro al blog http://sietevidasymas.blogspot.com/ y leo lo que escribí sobre Manuela Penélope Arriola de Pajares. Me percato que todo lo que escribí ahí no tiene nada que ver con lo que viví con ella.

1)Nunca tuvimos sexo. Sí intentábamos practicarlo pero nunca funcionaba. Nunca se la empujé despacito como dice en el post. Y yo nunca me calenté cuando ella me decía palabras eróticas, sucias, arrechas.
2)Su forma de intentar hacerlo era muy hardcore a comparación de mi estilo romanticón y cursi.
3)Nunca se la hundí. Ella muy bien sabe que nunca hicimos nada. Ganas no faltaron, pero por alguna razón extraña nunca culminábamos lo que empezábamos.
4)No éramos la pareja perfecta, eso lo inventé para que suene bonito el texto.
5)Nunca me toco pensando en ella, es más, no me toco hace tiempo. Ando ocupado por mis Finales y últimas prácticas que no me interesa tocarme.

Una vez aclarado esto, no entiendo por qué carajo me llamó Manuelita si todo lo que escribí jamás lo viví con ella. De verdad, no entiendo su disgusto. Qué extraña mujer. Está loca.