viernes, 27 de agosto de 2010

No soy sincero, pero tampoco un mentiroso

Hace mucho que no sé de Sandrita. No hemos vuelto hablar ni nos hemos vuelto a ver. Ya ni recuerdo cómo era conmigo. Las últimas fotos que vi de ella me mostraban a una chica diferente, una Sandrita cambiada. Espero que haya cambiado, pero no del todo, porque me gustaría que conserve ese encanto tan dulce que siempre tuvo, y que yo adoraba cuando estaba con ella.

Anoche me llamó. Me dijo que estaba esperando mi llamada todo el día porque pensó que yo la llamaría para vernos. Me dijo que se había puesto guapísima y que así había ido a la universidad porque tenía pensado verme esa tarde. A mí me dio gusto saber que quiso sorprenderme con su apariencia, es que Sandrita es tan linda, un poquito irreverente a veces, pero linda al fin y al cabo.

Ella quiere verme. Yo también, pero tengo mucho miedo. Es extraño porque la última vez que fui a visitarla ella me evadía y evitaba tener cierto contacto físico conmigo, ni siquiera hubo un abracito tierno por nuestro rencuentro, sino que ella permanecía distante y fría, se comportaba así debido a que tenía enamorado y no quería defraudarlo. Quizá el solo hecho de tenerme cerca es un peligro, y más si tiene enamorado. Yo creo lo mismo. Siempre es un peligro estar con Sandrita, nunca se sabe qué cosas puedan ocurrir, aunque sé que ahora ella no quiere nada conmigo y yo respeto eso, además yo ando comprometido y quiero mucho a mi chica, pero no por eso dejo de sentir un cariño especial por Sandrita.

Es irónico pensar que ambas son mujeres diferentes. Una es mi chica actual y la otra lo fue hace mucho tiempo. Tiempos tan adorables que guardo en mi corazón como muestra del amor de dos personas que intentaron amarse a pesar de las circunstancias y los problemas que surgieron en el camino. Fuimos muy felices, pero el tiempo y el distanciamiento, y un maldito desencuentro, fueron los que generaron nuestra separación. En realidad tuvimos un fin innecesario. Aquella noche en que decidimos terminar con nuestro romance solo hicimos lo que quisimos hacer desde hace mucho tiempo atrás. Nuestra relación no andaba bien y era mejor respirar y andar por caminos diferentes. Eso nos convenía más. Yo quería separarme de ella y quería que conociera nuevos chicos y que, quizá, encuentre en unos de ellos el amor y la felicidad que yo le negaba los últimos días que estuvimos de enamorados. Ella lo hizo. Se ilusionó de otro chico y estuvo con él.

A mí, por el contrario, me gustaba una chica que estudiaba la misma carrera que yo, pero nunca quise decirle nada a la chica porque el recuerdo de Sandrita aun permanecía en mi corazón, y sabía que mientras no la olvide totalmente era preferible no enamorarme de nadie, no quería hacerle daño a nadie.

Hasta que un día, una chica se interesó en mí. Yo al principio trataba de caerle mal. De ser un chico aburrido, tonto y demasiado homosexual. Pero ella nunca aflojó, siguió incesantemente y logró convencerme para encontrarnos un día. Después de ese encuentro nos vimos más seguido. Sus muestras de cariño fueron muchas pero yo no cedía. Me mantenía firme en mi decisión de no estar con nadie. Yo sabía que si estaba con ella solo la lastimaría. Mi corazón no estaba vacío, tenía el recuerdo de otra mujer. Y yo sabía que mientras esa mujer no salga totalmente de mi vida no podría hacer feliz a otra.

Yo nunca intenté olvidar a Sandrita, pero su recuerdo día a día se iba desvaneciendo. Ella era feliz al lado de otra persona y yo era infeliz en mi soledad.

Fue así que un día cedí a los encantos de la chica con la que estaba saliendo y quise intentar algo con ella, quise desafiar mi lado interno y probarme que también puedo ser feliz como lo era Sandrita. Pero fui un tonto. Yo debo ser feliz porque quiero ser feliz, no porque quiero demostrárselo a otra persona.

Muchos amigos me decían que Sandrita había tenido una mala elección por dejarme e irse con ese otro chico. La mayoría de mis amigos conocían a ese chico. Decían que era un sinverguenza que no sabe respetar a las mujeres. A mí ciertamente me daba igual, si Sandrita era feliz con él, pues entonces yo respetaría su relación. Ahora no sé si seguirá con él, pero si está le deseo suerte, y si no está también. Yo intento ser feliz al lado de mi chica aunque me cuesta lograrlo.

A veces caigo en profundos caprichos que me llevan al desgano y descontrol de mi comportamiento. A veces la trato mal y me encierro en mi tristeza. A veces no sé si hice bien en aceptar una relación sentimental. Creo que no estoy preparado. Soy demasiado incapaz para sobrellevar un romance por caminos de felicidad. Me siento débil y a veces quiero no hacer nada. Siento que le hago daño y que ella se merece un chico menos complejo que yo. Tengo características anormales y reacciones que muestran una inmadurez total. La quiero, y la quiero tanto que por eso me gustaría que ella me deje, porque cualquier persona le haría más feliz que yo. Yo ni siquiera intento enamorarla. Soy un cobarde que no sabe cuidar el corazón de esa chica que me quiere con locura. Me gustaría quererla como ella espera que lo haga. Su amor es tan puro que me quiere sin esperar nada a cambio. Quererme le hace daño, pero a mí hace bien. Lo único que no sé es si mi cariño le hace tan feliz como el suyo me hace a mí. Siempre nos decimos que nos queremos pero yo ni siquiera lo demuestro. Ella ya lo hizo, y lo hace constantemente. Me encanta que lo haga. La quiero porque sabe quererme de manera singular. Nadie me había querido así jamás. Intento no hacerla daño, pero siempre fracaso. Soy poco hombre para hacerla feliz. Ella se merece lo mejor del mundo, y sabe que yo no soy lo mejor pero se conforma con lo poco que le doy, y eso me hace quererla más, porque a pesar de mis errores, ella es paciente y es feliz con mi tímido cariño de muchachito tonto. Por ahora ella intenta ser el papel protagónico en nuestro romance, pero sé que no será por mucho tiempo. Dicen que todo da vueltas, y si este dicho es verdad, entonces ella recibirá mucho amor algún día. Espero ser yo quien se lo brinde, y si no logro hacerlo, sé que ella lo disfrutará con quién sea, porque así es ella: disfruta siempre lo mejor, sin importar lo que venga luego. Sabe disfrutar la vida y suele ser feliz con los pequeños detalles. Ese es tal vez, el significado del verdadero amor: ser feliz con las pequeñas cosas que recibimos.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

k fuerte!!
suerte amigo t veo ms tarde :)

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