martes, 26 de octubre de 2010

La sonrisa del perdedor

Es domingo. He tenido una semana pésima. No me ha ido bien en nada. Espero que pronto todo cambie. Ya no quiero seguir con esta mala racha, me es insoportable. Me he cuestionado demasiado en asuntos a los que debería darle poca importancia, pero así soy yo, que le voy hacer, siempre me cuestiono de forma severa y suelo culparme de mis errores, pero ya no más, esto tiene que cambiar de una vez por todas.

Caprichos involuntarios me consumen siempre y aunque sé que soy débil ante ellos, siempre me aferro y me rindo tontamente como un niñito terco que no tiene más opción que terminar derrotando y culpándose de sus fracasos. Patrañas. No se qué carajo me pasa.

Mi único refugio son estas líneas que parecen condenarme a una derrota constante, donde intento desahogar toda mi tristeza interna sin tener buenos resultados. Dicen que los ojos son la ventana del alma, por lo tanto, si esto es verdad, tendría que decir que mi alma es demasiada indefensa y deprimente, y esto se ve reflejado en la mirada triste y resignada que poseo.

No crean que intento hacer un escrito triste, es simplemente que no tengo nada más que escribir sino tan solo palabras sombrías que emergen naturalmente desde lo más profundo de mi corazón. Ahora me lamento por hacer sufrir a las personas que me muestran cariño. Suelo comportarme como un personaje desinteresado y egoísta que sólo piensa en su bienestar y fundamenta motivos ridículos para excusarse de los problemas que genera. Soy tan mezquino. Los pocos amigos que tengo se están alejando por mi conducta irreverente y huraña.

Suelo desear lo mejor a las personas, les deseo suerte y mucha felicidad, pero cuando consiguen ser más felices sin mí, me siento traicionado y humillado por no ser yo el causante de esa felicidad. He perdido muchas personas cercanas a mí que me querían incondicionalmente (o quizá todavía me quieren pero silencio). Es triste ver como los demás tejen sus caminos e intentan mejorar su vida mientras yo me rehúso a cambiar la mía y me justifico diciendo que soy feliz con lo que hago, cuando en el fondo sé que estoy mintiendo y sólo digo tal disparate para que los demás no sientan pena por mí, pero las personas se dan cuenta de lo infeliz que soy y sospechan que sufro demasiado conviviendo en mi monótona vida.

Leer y escribir me encanta, pero sé que ahora ese encanto no me hace feliz, He perdido el deseo de aventurarme a la vida. Me encarcelo voluntariamente cada fin de semana en mis cosas, y vivo ensimismando en ideas que no tienen lógica ni fundamentos validos. Soy un maldito mentiroso que calla resignado y se inclina ante la soledad. Quisiera pronto despojarme de todo el sentimiento que ahora me atormenta, pero siento que sería como arrancarme la piel y caminar desnudo por estas calles frías, exponiéndome al cruel destino inminente que vislumbro desde mi pronto presente.

Siempre la gente me ve como el chico buenito incapaz de realizar alguna cosa malintencionada, incapaz de cometer algún acto vil o alguna travesura malvada, pero lo que muchos ignoran es que detrás del rostro de muchachito educado y buenito que pueden apreciar en mí, se oculta un tipo desolado que mira un futuro incierto, con incertidumbre y mucho miedo, pues detrás de mi rostro indefenso existe una alma vacía que poco a poco pierde interés por seguir adelante luchando por sus sueños.

Últimamente he pensado que no tengo talento, que me limito a escribir textos intentando huir de mi realidad, pues sólo en mis relatos puedo pintar un mundo interesante, cosa que en la realidad me es tan ajeno e indiferente. En mis escritos puedo amar con el alma y puedo ser feliz con alguna palabra bonita o alguna frase divertida o algún deseo tentador. Mentira. Detrás de ese escritor, existe un narrador insatisfecho con sus historias y miente para provocar interés en sus lectores, lectores escasos que depositan su confianza en breves historias de amor que el escritor suele amoldar con sus recursos literarios que cada vez se desvanecen y pierden lucidez.

Cuando por las noches me echo en mi cama y apago la luz y establezco absoluta oscuridad en mi cuarto, me envuelvo en recuerdos que quisiera volver a vivir, como por ejemplo: me encantaría volver a vivir aquella historia de amor que viví en la secundaria, aquel amor que fue prohibido y que, sin embargo, tuvo el coraje de amarse a pesar de las circunstancias, aquel romance de infinita felicidad donde los amantes demostraban todo su amor en un segundo, por eso huían hacia los salones más alejados como dos personitas traviesas para que los auxiliares no vean aquella muestra de amor simplificado en un beso. O por ejemplo, me encantaría volver a tener la oportunidad de aprovechar mi tiempo en escribir historias fascinantes en vez de haberlo desaprovechado en vicios tontos. Me gustaría volver a tener a mi mamá cerca y decirle que es la mejor mamá del mundo y que la quiero con el alma entera y decirle que nunca se vaya de mi lado porque desde que se fue no tengo una cómplice como ella ni una confidente que escuche mis problemas. Extraño sus caricias nocturnas y los momentos cuando ella me llamaba y yo iba a su cuarto encantadísimo de la vida y le comentaba con timidez mis secretos de amor, ella acariciaba mi cabello mientras yo me perdía en su perfume exquisito y oía sus maravillosos consejos pensando en lo afortunado que era mi papá por tener a una mujer tan encantadora como mi mami.

Los tiempos ahora son otros y debo solventar mi presente y darle lucha a los cuestionamientos que me inundan la cabeza y debo hacer prevalecer mis ideales y ser perseverante en la batalla por ser escritor y debo dejarme envolver en mis sueños como antes lo hacia, cuando tenía una motivación enérgica llena de esperanzas y confianza hacia mí mismo. Aunque los tiempos cambien y ahora ya nada sea como antes, aún conservo talentos que no exploto y debo sacar a flote si quiero ser el personaje que tanto soñé de niño.

1 comentarios:

Joe dijo...

No podemos dejar de lado nuestros sueños, porque la esperanza que depositamos en ellos son todo lo que nos queda de un paisaje difuso que es el futuro.
No podemos quitarnos la piel, la máscara de la que estamos hechos por que nos estaríamos negando a nosotros mismos, negaríamos nuestra realidad. Y lo más importante no podemos ocultarnos tras esa mascaras de las personas que por demás nos quieren, como vos dijiste los ojos son la ventana al alma y ellos pueden vislumbrar nuestro ser en ellos. No basta con cerrar los ojos y tapar la cruel realidad. Nadie puede consolar la perdida de quien queremos ninguna palabra puede, solo queda esperar a que el tiempo lo cure y si confías en que lo puede llegar a hacer que algo en este mundo puede darte algo de la felicidad que necesitas, no esperes demasiado. Somos seres que tenemos un límite, que puede llegar a ser infinito o tan corto como un pestañeo.
Que más decirte, yo no soy escritor y no me importa...pero soy de los muchos a quienes les gustan las palabras de una persona que se vacía a sí mismo en unas páginas.
Vos sos uno, aunque no tengas la confianza, la esperanza se haya escapado un rato o tus sueños parezcan lejanos e imposibles de cumplir, tu palabra importa y no tendrías que dejar que se borre...es lo único que queda no puede ser eliminada por que tu vida depende de ella. La vida de todos nosotros depende que vos y cada uno cumpla sus sueños, todos influimos en el otro, yo fui un otro tuyo y tu texto me hizo aportar esto...te guste o no, lo que tenes para decir es único en el mundo es tuyo.
Un beso y abrazo grandes...
joe.

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