martes, 15 de diciembre de 2009

Mi tío, el héroe

Él era el hermano mayor, el corazón de la familia, el favorito, el idealista, el práctico, el orgullo familiar, en fin, era el hijo deseado, aquel que merece vivir por la eternidad pero por causas del destino se tuvo que irse a destiempo.

Yo era muy chiquito y mi tío había fallecido. Apenas cumplí los primeros 2 años de mi vida y él ya se había ido para nunca más volver. Mario Gutiérrez Montes se llamaba. Casi no tengo recuerdos en mi memoria de él, sólo fotos y algunos relatos breves que mis papás o mis abuelos me contaron en cierta ocasión. A veces me da miedo preguntar por él porque sé que recordarlo causa mucha nostalgia entre mi familia.

Lo poco que me contaron, y es lo que me repiten a menudo, es que, un día, Mario, mi tío, regresaba del trabajo de madrugada, pues trabajaba preparando buffet y algunos tragos para determinados eventos, siempre iba acompañado de su hermano menor, mi tío Humberto, pero por azares del destino ese día mi tío Humberto tuvo que quedarse en casa debido a una fuerte fiebre que lo llevó a estar varios días en cama.

Era muy de madrugada, a minutos de amanecer, mi tío regresaba de un evento. Unos amigos lo jalaron en un auto hasta el ovalo de la Rotonda, a una cuadra de la avenida La Molina. Él bajó del carro ignorando su cruel y fatal destino. Sus amigos se despidieron y él se quedó esperando algún taxi que pasara para que lo llevase a casa.

Vestía traje y corbata. Muy elegante él. En la mano traía consigo un pequeño maletín donde llevaba algunas herramientas de trabajo. Esperó un buen rato un taxi pero por desgracia no pasaba ninguno. De pronto, escuchó a lo lejos un ruido de tacones, un ruido que se oía cada vez más fuerte. Mi tío miró hacía todos lados muy alerta tratando de descifrar qué era aquel sollozante sonido. A lo lejos visualizó una silueta, era una mujer. Corría en dirección hacia mi tío desesperadamente. Mi tío no entendía nada, anonadado miró como la chica se acercaba.

Cuando la chica estuvo cerca de mi tío, él la detuvo e impávidamente le preguntó si le sucedía algo, si le podía ayudar, ofreciéndose fielmente como su protector. La mujer se mantuvo en silencio y lloraba descontroladamente tapándose el rostro con ambas manos. Luego alzó la mirada y abrazó a mi tío fuertemente. Le explicó con voz entrecortada que unos tipos la habían ultrajado unas calles más abajo.

Mi tío se quedó perplejo tras oír las palabras de la chica pero no quiso demostrarlo, muy al contrario permaneció sereno para no inquietar a la agraviada. Trató de alivianar mediante palabras de consuelo el enorme susto a la que fue sometida aquella señorita. Obviamente no pudo. El momento agrio que vivió la chica nublaba todo uso de razón. No había cómo salvaguardar las conmovedoras lágrimas que brotaban de sus ojos.

De pronto, un carro se estacionó delante de ellos, desafortunadamente mi tío tuvo la imprudencia y el grandísimo error de quedarse con la mujer en el óvalo, pensando que ya todo había pasado, que nada malo podía suceder.

Bajó un tipo del auto frunciendo el ceño y en tono prepotente ordenó a mi tío que dejase a la mujer, pues supuestamente ella era su esposa. La mujer, al ver al tipo, echó a llorar. Se intimido de inmediato y le susurró a mi tío con voz temblorosa: “Él. Él es el que me violó”.

Entonces mi tío se puso delante de ella, no permitiría que nada malo le pase a la pobre chica ni tampoco permitiría que la siguiesen molestando aquellos cobardes seres inhumanos. Así que con ingenua audacia y velocidad, sacó un cuchillo enorme de su maletín, un cuchillo de unos 40 centímetros, y trató de defenderse. Aquella arma que usó esa noche, lo usaba generalmente para cortar frutas y revenar trozos de carne, sin embargo ese día lo ultizó para mostrar rudeza e implantar miedo en aquel tipo.

De inmediato, un chico gordinflón de mediana estatura bajó del auto al ver que mi tío había sacado el cuchillo para atacar a su compañero. Trataron de intimidarlo. Eran dos contra uno. Mi tío y su cuchillo contra los cobardes bribones.

Los dos tipos intentaban, con actitud de malhechores, darle una paliza a mi tío. Le hicieron soltar el cuchillo a la fuerza y empezaron a golpearlo. Recibió muchas patadas. Y en el pobre intento de defenderse, mi tío Mario golpeó con su maletín a uno de los malvados tipejos, ahí fue cuando el tipo afectado en señal de venganza, cogió el cuchillo que estaba tirado en el suelo y apuñaló a mi tío en el estomago.
La mujer impactada por el tremendo acto vandálico, gritó pensando que a ella también tendría el mismo destino cruel. Los tipos se asuntaron al ver a mi tío agonizando, y peor aún, por los gritos de la mujer. Así que subieron al auto y huyeron.
Mi pobre tío pagaba con sangre su gallarda actitud por defender a una señorita desconocida. El piso se tiñó de rojo y mi tío dejó de vivir mirando el último amanecer de su vida.

Jamás me contaron cómo se enteró la familia de ese accidente, pues cada vez que alguien intenta recordar lo que sucedió con mi tío Mario, echan a llorar. Rompen en llanto y evitan todo detalle, por el simple hecho de no abrir la herida en el alma que dejó su partida. Solo me quedan las escasas fotografías que conservo en mi álbum de fotos, cuando él me cargaba entre sus brazos y sonríe irónicamente por tener a un sobrino tan llorón como yo, pues en todas las fotos que salgo con él, siempre lloro.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Eso es lo malo d este mundo , cada dia gente inocente muere por ayudar u.u

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