viernes, 12 de noviembre de 2010

La perra que se robó mi corazón

Llevo una semana con ella y sinceramente no esperaba tener su compañía. Fue todo muy rápido. Inesperado. Era inevitable no encontrarnos. Nuestro encuentro estaba destinado.

Iba caminado por la calle cuando de pronto ella se me acercó, estaba asustada, tenía la mirada triste y el rostro asustado, como si llevase una pena enorme en el alma. Yo seguí caminado e ignoré su tristeza, me hice el indiferente y sólo atiné a mirarla de reojo. Luego apresuré el paso.

Ella me seguía detrás, suplicándome en silencio que la ayude, que me apiade de ella y que la lleve conmigo. Caminamos algunas cuadras así: yo apurado y ella intentando encontrar en mí un poquito de ayuda. En el camino intenté perderla pero me fue imposible, mis intentos por botarla y alejarla fueron vanos, ella estaba dispuesta a seguirme a pesar de mi rechazo. La insulté y le dije de forma cruel y con la mirada llena de odio: ¡shht, fuera!, ¡largo!, ¡Vete! Pero ella me seguía a pesar de mis insultos. No quería irse. Estaba dispuesta a no separarse de mí.

Cuando llegué a mi casa, me di cuenta que me había olvidado la llave. Tuve que tocar. Mi hermano salió por la ventana y me dijo que ya bajaba, que le esperase. Me sentí incómodo esperándolo porque ella se mantenía a unos metros de mí y seguía con la misma mirada sufrida.

- ¿Y ese perro? – me preguntó mi hermano.
- No sé, me ha seguido desde la farmacia, creo que la han abandonado – le expliqué.
- Pobrecita – dijo mi hermano conmovido.
- Le voy hacer pasar, quizá quiere algo de comer. Mañana ya la boto. – Le dije a mi hermano con cierta mezquindad. El perro pasó, era negra y hembra y estaba flaquita, tenía rasgos de labrador, aunque fácil pudo haber sido cruzada con alguna raza callejera o chusca.

Como ya era tarde y las tiendas estaban cerradas, no podía comprarle galletitas para perros, así que no tuve más remedio que buscar en el refrigerador algo que le pueda gustar. Saqué unos trozos de pollo y puse agua a hervir en una olla. Luego busqué papa y un poco de fideos. Lo mezclé todo en el agua hirviente y preparé una especie de caldo algo extraño. Una vez mezclado lo probé para sentir el sabor y sabía asqueroso, le eché un poquito de sazonador y sal para darle gustito a mi experimento gastronómico, que yo, muy orgulloso, llamaba 'caldo de pollo'. Una vez listo esperé que se enfriara un poquito.

No sabía dónde servirle, llevaba casi 7 años sin mascota y no estaba preparado para tener uno. Cogí un taper viejo que nadie usaba, pensé que no me ganaría problemas si le daba de comer ahí.

Cuando le entregué el plato servido al perro, éste se desesperó por comer y empezó a devorarlo con ímpetu e impaciencia. Me dio pena ver cómo comía tan deprisa, me puse a pensar cuántos días habrá estado deambulado por la calle sin haber comido. Mis ojos se humedecieron y me dio rabia imaginar a la persona que la había abandonado. Esa noche el perrito durmió en mi casa, pasó una noche tranquila y con la pancita llena y quizá más calientita de los que solía pasar en la calle.

Al día siguiente fui a la casa de mi abuelita, que por suerte vive a unas cuantas casas de la mía, y le dije que me había encontrado un perrito en la calle pero no podía quedármelo porque en mi casa no había suficiente espacio. Ella me miró en silencio con una sabiduría que sólo los viejitos tienen, quizá intuyendo que yo le iba a proponer algo, y efectivamente, no se equivocaba:

- ¿Abuelita, crees que el perrito se pueda quedar en tu casa?
- ¿Es macho o hembra? – me respondió con una pregunta
- Jajaja no sé – le mentí. Sí sabía el sexo de la perrita pero por alguna razón se lo oculté.
- Ah ya… tráela para verla pues...
- Ya abuelita, voy a traerla entonces.

Fui corriendo a mi casa para bajar al perrito (que en realidad era perrita). Yo presentía que mi abuelita se lo iba a quedar, además hace menos de dos meses ella había perdido a su perrito porque se murió de una enfermedad extraña, el pobre no podía hacer sus necesidades, así que poco a poco su estomago fue hinchándose y acumulando todas sus heces hasta que no hubo más remedió que llevarlo al veterinario a que le pongan una inyección para provocarle una muerte inmediata.

Cuando volví a la casa de mi abuelita con la perrita, ella supo domarla y pudo voltearla ´para ver su órgano sexual.

- ¡Mira, mira, es hembra¡ - grité como loco, findiéndo sorpresa.
- Sí… ahora veo porque estaba en la calle – me dijo mi abuelita muy calmada.
- ¿Por qué dices eso abuelita?
- Es que a las perritas siempre las botan a la calle, si no la matan de chiquitas, muchas están destinadas a vivir en la calle.

Me dio mucha penar oír esas palabras de mi abuelita. Luego que me dijo eso no volví a preguntarle si quería quedarse con la perrita porque seguramente no la quería por su sexualidad. Así que me llevé a la perrita a mi casa y convencí a mi papá para que se quedara. Mi papá felizmente aceptó.

Ahora vivimos todos felices. A veces la perrita viene a mi cuarto y se echa en mi cama y me roba caricias. Yo siempre sedo a su mirada inocente y siempre la lleno de cariño, como si fuera parte de mi familia. Muchas veces intento engreírla, y aunque ella no entienda lo que le digo, yo sé que ella sabe que la quiero mucho, que soporto sus ladridos de madrugada porque mi cariño es más fuerte que mis ganas de dormir, y , sobre todo, que me desvivo por verla feliz así como yo lo soy con ella. Ella es muy tierna, aunque también muy juguetona. Cuando llegó de estudiar ella me recibe muy enérgica y se lanza encima de mí y ladra eufórica, como disfrutando de que yo haya llegado y presumiendo, quizá, que ella es la perrita más querida del mundo.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

qe ricurilla :)

Thiago dijo...

Te comprendo, yo tengo dos perras a las que adoro, y siempre están a mi lado, calmadas cuando estudios, inquietas cuando me muevo... Una ya está mayor, y casi no quier andar, pero son dos alegrías en mi vida que son todo para mí.

La has puesto nombre, ya? No lo he leído en el post, creo....

Y nada, que he venido del blog de Brekiaz, puesto que eres su "primer recomendado" jajaja.


Bezos.

Anónimo dijo...

Awww!! creo que te salia mas barato prepararle ajinomet xD pero las bodegas estaban cerradas no? xD... Es un realidad muy triste lo de la sexualidad de los animalitos. Pero bueno personas como tu pueden cambiar ese modo de pensar. En verdad muy pocas personas hacen lo que tu has hecho un abrazoooo y muy buena historia. Brekias no se equivoco en verdad uno se pega con lo que escribes. Ahora tengo que agradecer a brekias.

Saludos.

Erik! dijo...

Los perros son los unicos que salen a recibirte y te saludan moviendo su cola... en mi casa tengo dos perritas a las que adoro... sobretodo a la de mi hermano, qué hubiera sido de su vida si no la hubieran aceptado...!!!

Anónimo dijo...

jaja lo maximo amigo!, los animales son como los niños, te muestran cariño y afecto sin esperar nada a cambio son lo maximo y nos llenan d felicidad aunque sea un mal día.

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