domingo, 11 de octubre de 2009

Primer beso

Era sábado y Sandra iba hacer una fiesta en su casa por su cumpleaños que fue dos días antes. Como yo no conocía su casa, ella me iba a esperar en la panadería San Marino, una panadería que quedaba muy cerca a su casa.
Yo, como siempre, tardé en llegar.
Cuando llegué a la panadería no había nadie; es más, había pasado una hora desde la hora pactada. No supe que hacer, no tenía ni su número telefónico.
Yo sabía que su casa estaba ubicada cerca de una laguna, así que decidí caminar, quizá en el intento oiga un poco de música, y quizá esa música provenga de la casa de Sandra. Yo conocía esa laguna porque algunas veces había ido con mis amigos del colegio para fastidiar a los patitos que nadaban con sus crías.



Caminé y caminé. Pregunté a un par de wachimanes si sabían de alguna fiesta que había en aquel sector. Nadie sabía nada; sin embargo, uno de ellos me dijo que desde hace un buen rato había visto a un grupito de jóvenes saliendo de una casa. Le pedí por favor que me dijera por dónde vio a esos jóvenes, quizá sea esa la fiesta de Sandra.
Según el señor washiman, tenía que caminar defrente por una avenida hasta llegar a un condominio, pues por allí vio a los jóvenes. Y eso fue lo que hice, caminé defrente, de pronto, vi a dos chicos del colegio, si bien nunca les había hablado, esa noche tuve que hacerlo forzosamente.

- Disculpen ¿vienen del cumpleaños de Sandra?- Si, pero ya nos vamos.
- ¿Me podrían llevar? Es que yo no conozco.
- Está bien, pero vamos rápido que estamos apurados.


Mientras caminábamos, les pregunte sobre Sandra. Ellos me dijeron que Sandra estaba rara, que había salido un rato, pero que al volver, volvió un poquito energúmena.

Al llegar me sentí demasiado nervioso. Los chicos que me acompañaron tocaron el timbre. Nos recibió una jovencita, muy simpática ella. Nos dijo que pasáramos, pero yo fui el único que ingresó.
Cuando ingresé a la fiesta oí que todos dijeron “wooooooow” muy enérgicos, luego vi a Sandra en una esquina con sus comañeros de clase. Ella al mirarme se tapó la cara y salió disparada. Por suerte algunos compañeros de mi salón también fueron a la fiesta, así que me acerqué hacia donde estaban ellos para no estar solo.

Karen: Godoy, eres muy tarado, ¿Cómo se te ocurre plantar a Sandra?.
María: Sí… bien idiota eres ¿no? Eres su enamorado y le fallas.
Yo: ¿Por qué, ahora que hice?
María: Sandra nos contó que había quedado contigo en encontrarse en la panadería a las ocho, pero tú nunca llegaste. Estaba llorando. Volvió destrozada porque nunca te encontró.
Karen: Sí… pobrecita. Ve y habla con ella. Dile por qué llegaste tarde.
Yo: Putamare, la fregué ¿Pueden ir a llamarla, por fa? Díganle que la espero en las escaleras que están en la entrada.
Karen: Ya amiguito, yo la llevo, pero no la hagas sufrir ah.


Me sentí mal. Era la primera “salida” que tenía con Sandra y la dejé plantada. Yo, que decía estar enamorado de ella, le fallé. Ella no merecía un enamorado como yo, no merecía si quiera sufrir por mí. Pero el daño ya estaba hecho, solo debía explicarle y justificar lo injustificable.

Mientras la esperaba sentado en la escalera, planeé mentalmente un esquema que justifique mi tardanza, alguna versión creíble para que Sandra me pueda disculpar.

Sentado en la escalera y con la cabeza gacha oí:

- Hola, Eduardo. Tus amigas me dijeron que quieres hablar conmigo.

Alcé la cabeza y era ella, Sandra. Mi mente se quedó en blanco. No supe que decirle, solo quería mirarla y seguir enamorándome más de ella.

- Creo que es mentira lo que tus amigas me dijeron ¿no? Tú no quieres hablar conmigo.
- No. Sí quiero hablar contigo “solo que eres tan bonita que prefiero mirarte” – pensé – Quiero pedirte disculpas por haber llegado tarde.
- No importa, ya fue. Dijo sentándose a mi lado.
- ¿Estás molesta?
- No. Ya lloré suficiente, así que ya estoy desahogada.

Me sentí culpable al oír esas palabras tristes de sus labios.

- Lo siento, creo que no mereces un enamorado como yo.
- ¿Puedes olvidar lo que pasó? No quiero volver a deprimirme, además ya estás aquí, así que eso es lo que importa.


Admiré su coraje por no hacerme sentir culpable.

- Ya, está bien. Pero igual soy un mal enamorado.
- Sí, se nota, ni siquiera me has saludado.
- Perdón.


Me acerqué un poquito para saludarla. Ella volteó su mirada y la instaló en mi rostro. Me sentí débil, su mirada me intimido pero, a la vez, me fascinó que me mirase de ese modo tan especial. Me fue imposible soportar la ternura que emanaba su cercanía. Fue tan lindo el momento que la besé. Mientras la besaba sentí que todo el cuerpo se me detuvo, hasta los latidos del corazón, fue como estar en otra dimensión, como si no existiese nada, solo ella y aquel primer beso interminable que recibí de sus labios con sutil delicadeza.
Luego me abrazó muy tiernamente y yo a ella. Su cabello traía un agradable aroma cautivador que se entremezclaba con la fragancia de su perfume. No quise dejarla nunca. El solo hecho de tenerla cerca viviendo un inolvidable momento me hacía eternamente feliz. Fue tan perfecto el momento que, los chicos de la fiesta bajaron el volumen de la música para fisgonear nuestro momento de romanticismo juvenil.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

AUNQUE PARECE CUENTOS DE HADA ES CIERTO!

Anónimo dijo...

^^ nu hay nAdA CoMO EL primer besO^^

Anónimo dijo...

cAda ... vez k el me bese serA mejOr e igUal k el primerOoOo ¡¡

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